«A ver, damos unos bocatas cojonudos… Y las tapas, creo que también las damos ricas. Pero se juntan muchas cosas, y al final es el trato, le doy mucha importancia al trato«, explica Mikel Etxenique a las puertas de su bar, el Candela, que regenta con su socia África y que celebró ayer sus veinte años como referencia indiscutible para las tapas del Realejo, un bar que es para unos cuantos un motivo de peso por el que querer a este barrio. Este local tiene mucho de punto de encuentro social, de quedadas previstas e imprevistas, de planes y de improvisación. De ahí también la importancia de los que han sido sus camareros y camareras: Sergio, otro Sergio (el que se parece a Sean Penn), Amanda, Frasquito (el que se fue a Alemania), Silvia, o Juanito, del que nunca se olvidan. Y otros tantos, que siempre supieron escuchar, hablar y conocer a los que estaban al otro lado de la barra. Una caña.

Frasco, Mikel, Sergio y Sergio, distintas generaciones de camareros del Candela. Foto: GranadaiMedia
Antes de ser el Candela, este local fue asador de pollos o prostíbulo, entre otros menesteres
Veinte años son unos cuantos para un bar de tapas, de todas formas, por mucho que cuide a su clientela y muy ricas que estén las tapas. Así que debe de haber otros protagonistas de por medio. Uno de ellos, y Mikel está de acuerdo, es el Sol. Esa esquina de calle Santa Escolástica con calle Varela tiene uno de los puntos de luz natural más privilegiados de la ciudad, una atalaya a pie de calle desde la que comprobar, a las dos de la tarde en invierno y a las ocho de la tarde en verano, porque la luz del cielo de Granada tiene tanta fama. Otra caña.
Otro de los factores del éxito de este local es su personalidad, tan original como firme, algo que se nota en su decoración. Igual que hay un cartel gigante del Corpus de Granada hay una maqueta de una trainera vasca, una obra del Niño de las Pinturas, un traje de torero minúsculo, botellas de cristal antiguas, etc. Y todo lo que puede ser en madera es de madera. «Practicamente es la misma decoración desde el principio. Han cambiado cuatro cosas. Los carteles importantes, los del Corpus por ejemplo, son auténticos. Otros de Bilbao y de Donosti son copias digitales. Esto fue un bar de acero inoxidable y tubos fluorescentes. Cuando lo cogimos le quitamos esa ‘película’ y pusimos otra de un tipo de bares de por la tarde, que en Euskadi ya habíamos visto. Hicimos una mezcla de aquello con la costumbre de las tapas, y pusimos música, desde rock and roll hasta reggae, un pelín más alta que en un bar de tapas pero no como si fuera un bar de copas», explica Mikel. La tercera.
«La apertura del Candela coincidió con la del Centro de Lenguas Modernas, que le dio un cambio muy importante al barrio», explica Mikel, propietario
Y por último, quizás relacionado con todo lo anterior, otro de los protagonistas importantes del triunfo del ‘candelismo’ es su frescura. Mikel cuenta todas estas cosas con un gorro de pirata puesto. Detrás suyo hay otra clienta que ha venido disfrazada de colores, y pululan entre las cabezas de los que se acercaron a celebrar este veinte aniversario otras pelucas fosforitas, antifaces y gafas de coña. Es una clara referencia a lo que llegaron a ser las fiestas de otoño del Candela, que en sus últimas ediciones (allá por el 2007, 2008) llegaban a convertir esta esquina en una fiesta de carnaval con disfraces de primer nivel y tal cantidad de gente como para cortar la calle. La penúltima y nos vamos.
Los orígenes
Mikel y África, socios fundadores del Candela, abrieron el bar hace veinte años, pero ni el barrio ni este rincón eran iguales en aquel 1994. «Estábamos en Ibiza trabajando, y un amigo de África nos comentó que había cogido las bodegas Castañeda en el 89, restaurándolas como había que hacer, y vinimos porque nos ofreció trabajo. Estuvimos allí durante año y medio, luego otro año y medio más trabajando en la Casa de los Vinos, y vivíamos justo en este bloque, en el ático de arriba. Nuestro casero, que era también dueño del local, me decía: «Quédate con él», pero yo le decía que no… Esto entonces era tierra de nadie, muchos de estos edificios estaban abandonados. Y este bar había sido asador de pollos, asador de jamón e incluso prostíbulo, con su ventanuco y todo. Al poco cogimos el local y pensamos incluso en hacer dos plantas y hacer un pequeño restaurante… Menos mal que no tiramos por ahí porque habría sido muy duro», recuerda el dueño.
Una imagen que dista bastante de lo que actualmente es el Realejo. «Nada que ver. Llegó el boom, como a todos lados. La apertura del Candela coincidió con la del Centro de Lenguas Modernas, que le dio un cambio muy importante al barrio, para empezar en cuanto a población. Hasta ese momento, entre el Campo del Principe y Plaza Nueva, en medio era la nada».
Hay otros tantos detalles que son etiquetas de la historia de este sitio. Los grafitis exteriores del Niño de las Pinturas –ya se echa de menos el de Amelia-. Las aceitunas. El ventilador inmenso. La maqueta de plastilina. El baño. El inmenso espejo que todo lo ve. El bocata de ternera, brie y cebolleta. Los debates de medianoche. El grupo de extranjeros de última hora. Y entre unas cosas y otras, pasaron 20 años. ¿Ahora toca pasar otros 20? «¡A mí el cuentakilómetros ya no me da! Con diez me vale… Y ya a vivir a la playa», bromea Mikel. ¡La cuenta!
(08/09/2014)
Felicidades Candela!. He pasado muchos ratos en el Candela y a pesar de ir diariamente durante tiempo, siempre había gente distinta y por supuesto, algún conocido.
Deciros que la maqueta q mencionáis en el último párrafo y de la que mostráis una foto, es de Inma Rodríguez; http://www.inmamaquetas.blogspot.com.es
Rubén Garrido
El día 1/10/2016 entre a este local por causalidad, después de un duro día de trabajo en el hospital y nunca me he sentido peor tratada. Entre a las 15,55 para tomar un bocata mientras mi hija hacia una prueba de nivel de inglés en una escuela cercana. Nada más entrar me dicen que van a cerrar en 5 minutos a pesar de haber 6 clientes en el local. Me pido solo una cerveza rápida para no molestar y el dependiente ni me pone tapa. Nunca me han tratado tan mal en un bar de Granada. Cerveza 2 € son tapa. Cuando me voy año siguen los otros clientes. No se lo recomiendo a nadie.
M.Paz Marín