La calle Rector Marín Ocete soporta en sus escasos 200 metros de vía más volumen de tráfico que la propia estación de autobuses. Es lo que han denunciado ante la Fiscalía 23 vecinos del bloque número 10, hartos del “ruido y la contaminación” que provocan los numerosos autobuses que paran allí para recoger a los viajeros. Además del transporte que va hacia otros pueblos y las líneas urbanas de la compañía Rober, en esta calle estacionan autobuses turísticos y privados que no tienen permitida la parada en ninguna zona de esta calle.
En total, según el representante de los vecinos, Antonio Espantaleón, cada día pueden transitar por aquí “entre 200 y 300 autobuses” que en horas punta -sobre todo a las 8:30, a las 14:00 y a las 19:30 horas- causan atascos de más de 15 minutos.
La denuncia contra el Ayuntamiento por daño medioambiental y acústico, como recogía el sábado el diario El País, es sólo una más de las acciones de estos vecinos que llevan sufriendo las molestias por el intenso tráfico desde hace mucho tiempo, pero especialmente cuando empezó a funcionar el nuevo sistema de autobuses con las Líneas de Alta Capacidad (LAC). El cambio ha añadido a esta calle “tres nuevas líneas”, explica Espantaleón.
Situada en una zona “sensible”, junto al colegio Luis Rosales, una zona deportiva, los comedores universitarios y el Parque Universitario de Fuente Nueva, en esta calle que “debería tener un tratamiento especial” no sólo se “incumplen las Ordenanzas Municipales” sino que se padece “todo lo contrario”.
Las consecuencias son “un ruido infernal” que impide a los profesores del colegio “dar clases normalmente” y a los vecinos “abrir las ventanas” por culpa de los motores.
Las consecuencias son “un ruido infernal” que impide a los profesores del colegio “dar clases normalmente” y a los vecinos “abrir las ventanas” por culpa de los motores de los autobuses; el humo hace además que las “cortinas estén negras por culpa de los gases” que expulsan.
Tras algunas reuniones con el Ayuntamiento, la Policía y el Consorcio de Transportes los vecinos consiguieron la promesa de poner en marcha una serie de medidas que remediaran un poco las molestias pero Espantaleón se queja de que no todos los conductores las cumplen y los que lo hacen es “sólo por buena voluntad”.
El gerente del Consorcio de Transporte Metropolitano del Área de Granada, Héctor Gachs, asegura que transmitieron a todos los conductores indicaciones para “evitar emisiones de gases” contaminantes y disminuir “el ruido de los motores” y que todas ellas se llevan aplicando desde junio de 2014.
Además de trasladar “algunas cabeceras” a la Avenida Capitán Moreno y Severo Ochoa, informaron a los conductores de que debían apagar los motores y provocar las menos molestias posibles a los vecinos. Reconoce que en esta calle paran “empresas de forma ilegal” y “si hay un pirata que aparca allí el espacio es justo”.
Contra eso poco pueden hacer ellos, pero sí el Ayuntamiento, que hasta ahora sólo ha actuado en este sentido colocando dos placas que prohíben el paso a estos autobuses, según apuntan los vecinos. Pero Espantaleón opina que la prohibición no funciona y autobuses privados como los de la empresa “J Palma Autocares estacionan aquí a diario a las 12:30”.
Por su parte, Gachs asegura que un técnico de la empresa Alsa “vigila que se cumplan todas las exigencias”.
El gerente del Consorcio de Transporte Metropolitano, Héctor Gachs, asegura que transmitieron a todos los conductores indicaciones para “evitar emisiones de gases”
Sin embargo, el representante vecinal subraya que esto a veces es imposible porque “los autobuses necesitan un tiempo mínimo para encender los motores” y puesto que las paradas pueden durar unos diez minutos es “inhumano” pedirles que lo apaguen cuando hace demasiado calor o demasiado frío porque se quedan sin aire acondicionado y sin calefacción.
Dice que ante el “infierno” que sufren los vecinos no basta con la “buena voluntad” y pide una solución urgente para esta calle.
Los perjudicados no son sólo los vecinos. María Zafra, que suele venir desde Pinos Puente con frecuencia, tiene asma y pólipos nasales. Para ella es imposible quedarse a esperar su autobús en la parada y ha de alejarse unos metros para “poder respirar”. Compara esta zona de Granada con grandes ciudades como Barcelona y Madrid, donde le pasa lo mismo.
Pero no todos piensan igual. Aurora Mudarra, que lleva viviendo bastante en esta calle, dice que no nota la mayor afluencia de tráfico. Reconoce que “hay mucho follón pero es que siempre ha sido así” porque es una calle “con mucho jaleo”.
Para quienes trabajan en esta calle la situación es muy diferente. Juan Antonio Fajardo cuenta que el tráfico no le afecta “nada” e incluso le viene “mejor” porque su despacho está ahora mejor comunicado.
La clientela también cuenta, y en el caso de José Manuel Castro, que trabaja en una peluquería de Marín Ocete, entiende que los cambios de la LAC y las numerosas paradas que hace el transporte de otros municipios hace que “esta zona sea más accesible”. Tanto que a pesar de que su hijo estudie en el Colegio Luis Rosales, no ve motivos para protestar por la contaminación y el ruido.
Juan Antonio Fajardo no vive aquí, pero trabaja en un despacho de esta calle y también se queda con los beneficios del mayor tránsito de gente: “Me viene mejor porque comunica mejor mi despacho”.
Hay incluso quien se lo toma a broma, como Antonio Gómez, dueño del bar La Cueva de Granada. “Yo no sufro estrés”, dice entre risas. “Esto son sólo ganas de complicarse la vida y hemos llegado al punto de que nos moleste hasta el ruido de una mosca”; a punto de jubilarse y traspasar el local, Antonio dice que él ni nota ni deja de notar que haya más paradas. Sólo concede y da la razón a los vecinos en que se aplique la medida de apagar los motores: “Eso sí podrían hacerlo porque se te mete en la oreja…” y molesta a cualquiera.
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