El cogollo de la cuestión, la noticia en sí, ya se conoce: el Ayuntamiento de Granada ha iniciado los trámites para cambiar de nombre doce calles de su término municipal. Lo hace en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. O, para ser más exactos, de las leyes, porque hay una aprobada por el Gobierno central y otra por el autonómico.
El proyecto cuenta con el apoyo de los grupos municipales de PSOE y Unidas Podemos y con la oposición del PP, que ya ha manifestado que no debería gastarse dinero público en eso. No le parece suficiente que las citadas leyes, y en este caso citaremos la de ámbito nacional, establezcan que «los escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación personal o colectiva del levantamiento militar, de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura» deberán ser retiradas de los edificios y espacios públicos.
Este artículo no cerrará el debate y tampoco lo pretende. Sí que tiene como objetivo divulgar quiénes estaban detrás de esas placas que pronto no podrán leerse. Porque si bastantes jóvenes ignoran qué pasó durante el franquismo y hasta quién era Francisco Franco, es más que probable que muchos jóvenes y no tan jóvenes desconozcan quiénes eran Joaquín García Morato, qué ocurrió en el Jarama o qué iba a bordo del crucero Baleares. Estropeemos el final: no eran turistas.
A favor de Franco… y también en contra
Comienza el repaso con Alfredo Kindelán (Santiago de Cuba, 1879-Madrid, 1962) porque estuvo a favor del dictador, pero también en contra. De hecho, no terminó en la cárcel porque se tuvo en cuenta su hoja de servicios y «los servicios prestados a la Cruzada Nacional», pero estuvo a punto.
Kindelán, un hombre del que casi todos han olvidado su nombre de pila porque el apellido lo eclipsa, fue el responsable de la fuerza aérea del bando franquista durante la guerra. Bajo su mando no sólo estaban las tropas mal llamadas nacionales, sino también las brigadas llegadas desde Italia y Alemania. De ese último país, que se estaba preparando para la II Guerra Mundial, procedía la Legión Cóndor, responsable del atroz bombardeo de Guernica.
Pero para conocer un poco más a Kindelán hace falta rebobinar un poco. Monárquico convencido, abandonó España cuando se proclamó la II República en 1931. Estuvo en Francia y Suiza, volvió en 1934 y poco después empezó a colaborar en el golpe de estado que desembocó en guerra civil en 1936.
Pero lo hizo convencido de que tras vencer a los republicanos, Franco restauraría el régimen monárquico. Como no lo hizo, se quejó. Como tampoco reconocía la figura de Generalísimo creada por el dictador, entendía que podía dirigirse a él de igual a igual, de general a general. El régimen decretó su ingreso en prisión pero a última hora cambió ese castigo por el exilio en Canarias. En 1961, en vista de que ya estaba enfermo, quiso reponer su honor y le nombró Marqués de Kindelán. Su calle en Granada está en el Zaidín, muy cerca del estadio Nuevo Los Cármenes.
Un río con nombre de batalla, o al revés
El Ebro es un río que nace en Cantabria y que, tras recorrer 930 kilómetros de la geografía española, desemboca en la provincia de Tarragona. Casi marca la frontera entre las comunidades de Cataluña y Valencia. Ahora bien, el Ebro no sólo es conocido por ser el segundo más caudaloso del país, sino también por cosas más dramáticas, como la batalla que se bautizó con su nombre. Duró cuatro meses en el año 1938 y en la práctica significó prácticamente el final de la resistencia republicana.

La calle Ebro conmemora una de las más cruentas batallas del conflicto bélico entre españoles, desarrollado entre los años 1936 y 1939. Fotos: Lucía Rivas
En ese periodo, las fuerzas aéreas del bando franquista bombardearon nueve veces Reus, cuatro Cambrils y Hospitalet del Infante, dos La Ampolla y, en menor medida, también lo hicieron en Tarragona, Palamós y hasta Barcelona. Mientras tanto, la marina de guerra hizo lo propio en Gandía, Valencia, Villajoyosa, Alicante, Alcoy, Torrevieja o Sagunto. Hasta a Águilas y Cartagena (Murcia) llegaron las bombas, y eso que ya queda lejos del río.
Considerada como la batalla más cruel de la Guerra Civil, los historiadores creen que pudo haber más de 20.000 muertos, y los cálculos más catastrofistas elevan la cifra hasta los 80.000. De lo expresado en los párrafos anteriores se puede concluir sin género de dudas que los republicanos se llevaron la peor parte. La calle que conmemora esa lucha tan luctuosa también está en el Zaidín, muy cerca de la anterior.
La lucha más internacional
Si el Ebro es un río, el Jarama también. Pero no desemboca en el mar. Nace en la provincia de Guadalajara, atraviesa de Madrid y termina dándole sus aguas al Tajo. Pero el río también da nombre a otra batalla terrible, que comenzó el bando franquista en febrero de 1937 con el objetivo de no permitir el paso de tropas republicanas hacia Madrid, que de esa forma quedaba aislada.
Fue un conflicto en el que tomaron parte voluntarios extranjeros -las llamadas Brigadas Internacionales, que ayudaron al ejército republicano- y, en plan más profesional, soldados soviéticos y, otra vez, la Legión Cóndor alemana. Fue una lucha encarnizada con ataques y contraataques que costó entre 6.000 y 7.000 vidas al contingente franquista y casi 10.000 al republicano. La calle Jarama también está en el Zaidín.
Relacionado con el Jarama está el Cerro Pingarrón, donde hubo numerosos enfrentamientos cuerpo a cuerpo y bajas en ambos lados. Ahí fracasó la brigada estadounidense Abraham Lincoln en su intento de tomar la cima, defendida soldados marroquíes que ayudaron a Franco -en no pocos casos, a cambio de poder participar luego en el saqueo de las ciudades ganadas al enemigo- y también por legionarios. Los jefes de esos brigadistas reconocieron después que esa idea fue «una monumental estupidez». Pigarrón cuenta con una calle en el distrito del Zaidín.
Nombres propios
Volvamos a los nombres propios. Rafael Acosta Inglott (Las Palmas, 1889-Granada, 1941), al que Granada honra con una calle cerca de la Avenida Pulianas, casi en la frontera entre Beiro y el distrito Norte, fue alcalde de la capital en 1940 en sustitución de Antonio Gallego Burín. Antes de eso había sido catedrático de Historia en las universidades de Oviedo y Granada. Su vinculación con el franquismo es más difusa porque, entre otras cosas, una enfermedad puso fin a su vida cuando sólo llevaba un año en el cargo. Antes de eso sí que fue concejal en la dictadura de Primo de Rivera. La vía que lleva su nombre está en el distrito Beiro.

La calle Jarama, que también guarda relación con un río y una batalla, la primera en la que las Brigadas Internacionales ayudaron a los republicanos.
Está poco documentada la figura de Álvaro Aparicio, que fue el responsable de una institución franquista llamada Obra Sindical del Hogar. Se creó en 1939, justo después de la guerra, y se dedicaba fundamentalmente a la construcción de viviendas a bajo precio. El mencionado organismo estaba muy vinculado a la Falange Española, que a su vez lo estaba con el bando vencedor. Su calle está en la Zona Norte.
Joaquín García Maroto es más conocido. Nacido en Melilla en 1904 y muerto en 1939 en un accidente aéreo, pasa por ser uno de los mejores pilotos del bando franquista y se contaba de él que había derribado entre 40 y 50 aviones enemigos. No cabe duda de su adhesión a la rebelión porque cuando en julio de 1936 se produjo la sublevación, él se encontraba en Londres y volvió expresamente para sumarse a las tropas de Franco, de cuyos supuestos méritos militares ya había tenido conocimiento en su etapa en el ejército español en África. La calle que aún lleva su nombre también está en Norte.
Manuel Castro Cortés fue un destacado dirigente de la Falange Española que, entre otras cosas, organizó en 1939 el traslado de los restos del líder de su partido, José Antonio Primo de Rivera, desde Alicante, donde falleció, hasta la basílica de El Escorial. Se le honra con una calle en el distrito Norte, cerca del Paseo de la Cartuja.
Un barco mortífero
El crucero Baleares empezó a funcionar en 1936 y, aparte de algunos bombardeos en Málaga cuando ésta aún estaba en poder de los republicanos, lo peor que se le puede achacar -bueno, a quienes iban dentro- fue su participación en la que llamaron la desbandá, la desesperada huida, en 1937, de miles de republicanos por la carretera entre Málaga y Almería. No eran militares sino civiles, familias enteras que iban con lo puesto pero con las que no se tuvo compasión. El Baleares fue uno de los cañoneros que participó en esa matanza indiscriminada a los que se marchaban a toda prisa de Málaga. El barco tiene una calle a su nombre en el Zaidín.
Belchite es una localidad zaragozana que durante dos semanas de agosto y septiembre se convirtió en un infierno. En este caso, la batalla la iniciaron las tropas republicanas. Los historiadores aseguran que consiguieron una «victoria táctica» porque de hecho tomaron la ciudad y, después, repelieron un ataque de los franquistas llegados desde Zaragoza para recuperarla. Hubo unos cinco mil muertos, aproximadamente la mitad de cada bando.

El Cerro Pingarrón, defendido por legionarios y soldados marroquíes, lo intentó asaltar sin éxito la Brigada Abraham Lincoln.
Terminada la contienda, el régimen de Franco optó por no reconstruir Belchite, que estaba hecho una ruina, sino por hacer un ‘nuevo Belchite’. De eso se encargaron los presos políticos republicanos, como una forma de pagar la osadía de haber frenado el avance del adversario. Pero el gobierno local de Granada no prioriza eso como argumento para quitar el nombre a la calle, sino a que, como explicó el portavoz de Unidas Podemos, Antonio Cambril, fue una «batalla triste», como la del Ebro o la del Jarama, que no debería estar en ningún callejero. Nota al respecto: también hubo muertos en Lepanto, Navas de Tolosa o Bailén. A lo mejor lo suyo sería no conmemorar ninguna batalla. Por lo demás, al igual que otras ya analizadas, la calle Belchite está en el Zaidín.
Asedio, pelea y represión
El Santuario de la Cabeza, en Andújar, fue objeto de un asedio por parte de tropas republicanas contra unas 1.200 personas, entre ellas 200 guardias civiles encargados de su defensa. Aquello duró entre septiembre de 1936 y mayo de 1937. Los republicanos terminaron ganando la plaza y la imagen, según se dice, desapareció. Tras la guerra, en el lugar se alzaron símbolos franquistas y en otros sitios, como Granada, más concretamente en el Zaidín, el nombre del santuario empezó a lucir en el callejero.
Por último, Manuel Pizarro Cenjor (Murcia, 1889-Teruel, 1954) fue un militar franquista que, entre otros cargos, fue gobernador civil de Granada y Teruel y subdirector de la Guardia Civil. En Granada fue el máximo responsable de la lucha contra los focos antifranquistas y los maquis. En Teruel tenía una calle, pero se la quitaron en 2009 como consecuencia de la Ley de la Memoria Histórica. En Granada la mantiene, en el distrito Beiro.
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