«RIP, la Cultura en un hoyo yace». Hace 16 años que el Zaidín acuñó este lema para reivindicar la construcción de una Casa de la Cultura en el barrio. En la memoria colectiva ha quedado grabado aquel combativo 1997, cuando los vecinos decidieron unirse y movilizarse durante meses para lograr que se retomara el proyecto, del que no quedaba más que un agujero excavado cuatro años atrás para iniciar la cimentación del futuro edificio -hoy el centro cívico.
Para evitar que aquel capítulo de la historia del barrio caiga en el olvido, la asociación de vecinos Zaidín Vergeles, que en aquella época lideró la protesta, ha decidido retomar la celebración del Día de la Cultura, con la que el barrio conmemoró esta efeméride durante años.
«Se trataba de recuperar una costumbre que terminó perdiéndose con un festival de recuerdos», explica Isidro Olgoso, historiador del barrio y uno de los muchos integrantes del colectivo vecinal que participaron activamente en la movilización.
Según recuerda, desde la época de Jara había un proyecto para la construcción de un centro cultural en el Zaidín. Jesús Quero retomó aquella «iniciativa mastodóntica» -el edificio estaba cifrado en 700 millones de pesetas- y la reformó reduciendo el coste de construcción a 190 millones. «Solo se llegó a abrir el agujero de los cimientos y las obras quedaron paralizadas varios años», relata Olgoso.
«Decidimos movilizarnos para exigir que se retomara la construcción», recuerda el entonces presidente de la asociación de vecinos, Antonio Fernández. En aquella lucha ciudadana, como en todas las protagonizadas por el barrio, las mujeres -a las que la prensa llamaba las guerreras del Zaidín– jugaron el papel más activo. «Consiguieron más de 10.000 firmas para exigir la Casa de la Cultura», cuenta Fernández.
Antes de que comenzara el pregón del Corpus del 97 sacaron una pancarta en el salón de plenos que acaparó la atención de todos los medios locales. «La llevábamos escondida en una gabardina para que la Policía no nos la quitara», cuenta el ex presidente vecinal, que recuerda una anécdota graciosa de aquel momento. «Cuando la desplegamos notaba que todos nos hacían gestos con la mirada. Entonces nos dimos cuenta de que la habíamos puesto al revés», cuenta.
Díaz Berbel no solo escuchó nuestras reivindicaciones, sino que permitió que el barrio participara en el diseño del futuro centro
Esa misma pancarta encabezaría una acampada vecinal en el hoyo. «Limpiamos la basura que se había acumulado en su interior y estuvimos tres días allí metidos realizando actividades culturales», relata Mari Carmen Ariza, integrante de la asociación. «Todo el barrio se movilizó para apoyar. Fueron días muy intensos», añade Antonia Barroso, otra vecina y guerrera.
«Poco después el concejal de Urbanismo, Miguel Valle, nos anunciaba el compromiso de retomar el proyecto», señala Fernández, quien resalta el papel de Gabriel Díaz Berbel (PP), el alcalde en aquella época, como interlocutor. «No solo escuchó nuestras reivindicaciones, sino que permitió que el barrio participara en el diseño del futuro centro. De hecho, el anfiteatro al aire libre lo planteamos los vecinos», detalla. «Él mismo nos entregó las llaves del que hoy es local de la asociación», detalla.
Para celebrar el triunfo vecinal, el Zaidín organizó una fiesta en el hoyo, donde instaló un escenario y celebró un concierto de rock con comida popular incluida. Con idea de conmemorar este aniversario, como antaño se hacía, el escenario del teatro del centro cívico ha acogido varias actuaciones este 18 de junio, casi dos décadas después. «Nuestra intención es recuperar este festejo para mantener viva la historia del barrio», anunció el actual presidente de la asociación de vecinos, Antonio Ruiz.
En aquella época -sostiene por su parte Fernández- se vivió «una lucha ciudadana muy parecida a la mantenida por la biblioteca«, aunque con una diferencia «abismal» en cuanto a la «actitud de los políticos». «Entonces escuchaban al pueblo, compartieran o no su pensamiento», cuenta, mientras alaba el fomento de la participación vecinal por parte de Díaz Berbel. Esta forma de entender la administración local «mejoraba la colaboración entre las asociaciones y el Ayuntamiento», en lugar de «provocar la división», sostiene. «De hecho, la confianza era tal que cuando había algún problema grave llamaba directamente a ‘Kiki’ -como todos lo conocían- para que intentara resolverlo si estaba en sus manos. Solía contestarme diciendo «Antonio, no me acojones, ¿que pasa en el Zaidín?» y siempre se implicaba para dar respuesta a las demandas ciudadanas. Ahora esto es impensable porque los gobernantes se creen por encima del pueblo», agrega.
Un final feliz a medias
Esta opinión es compartida por la mayoría. «En aquella no te dabas contra un muro cuando reclamabas algo justo», resalta Remedios Requena, una de las vecinas que participó activamente en la movilización. «Fue la lucha unida de un barrio obrero que clamaba por la Cultura, muy necesaria entonces y ahora», subraya Barroso, descontenta porque aunque lograron que se construyera el edificio, «su uso se ha ido restringiendo al barrio paulatinamente».
El centro cívico ha ido perdiendo espacio dedicado a la participación ciudadana. La mayor parte del edificio alberga hoy día oficinas descentralizadas del Ayuntamiento
«El centro cívico ha ido perdiendo espacio dedicado a la participación ciudadana. La mayor parte del edificio alberga hoy día oficinas descentralizadas del Ayuntamiento y los colectivos solo pueden usar su espacio a ratos», coincide al respecto Paqui Jiménez, otra de las vecinas que se movilizó en aquella época. Inicialmente, sin embargo, todos los colectivos compartían el teatro para hacer actividades, agrega. «Ahora tienes que pagar para usarlo», lamenta Barroso, a la que le «duele ver» cómo los políticos «se adjudican los espacios públicos del barrio como si fuesen de su propiedad», lamenta.
Pese a los sinsabores actuales, todos recuerdan «con cariño» aquella época en la que -como ha ocurrido con las Palomas- el barrio se unió para sacar del hoyo la Cultura.
(19/06/2013)
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