Flaco favor le hacemos al patrimonio público privatizándolo. Sobre todo si lo hacemos desde la visión reduccionista de llamar «patrimonio» solo a los restos arqueológicos o los monumentos. Una farola de la Plaza del Carmen, la escalera de la Plaza de las Pasiegas, el Paseo de los Tristes o la Avenida de la Constitución son también patrimonio. Con ese principio por delante estoy más que de acuerdo con los vecinos del Realejo que han convocado una concentración este martes, a las 9.30, en el conocido como «Parque Zen» del barrio, aprovechando la visita de la prensa.
El motivo de la protesta es el anuncio municipal de la exclusivización de este parque mediante su anexión al resto del conjunto del Cuarto Real de Santo Domingo colindante. Como el acceso a este conjunto no es gratuito, poder entrar en este parque costará dinero.
En realidad, nunca ha dejado de pertenecer a este conjunto, pero siendo gratuito y libre contaba con una entrada propia desde la calle Seco de Lucena que es la que ahora se cegaría. Dejaría de ser el espacio abierto en el que niños del barrio meriendan, usuarios del Centro Ocupacional se esparcen, vecinos mayores descansan (o se ejercitan, porque hay máquinas para hacer ejercicio) o jóvenes de las escuelas de artes van a dibujar. Insisto, siempre fue parte de ese conjunto, y el Ayuntamiento necesitó siempre de la Comisión Provincial de Patrimonio de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía para poder acometer reformas que, por cierto, nunca llegaron. Hasta existe una amplia puerta que conecta desde dentro el monumento almohade con este parque.
Historia de un abandono
Es la historia de un abandono. Se construyó convirtiéndose en una referencia como espacio urbano de diseño, pero el Ayuntamiento (ni este, ni el anterior, ni el anterior al anterior) fue capaz de mantenerlo en su esplendor. No se reponían los tablones caídos, no se arreglaban las lámparas rotas, no se vigilaba pertinentemente para evitar vandalismo. Hubo un tiempo que contó con un jardinero que velaba por su mantenimiento (aún recuerdo cómo regañaba desde su bigote a holgazanes y ciudadanos incívicos para que todo estuviera en su sitio), pero poco a poco se fue reduciendo su horario hasta desaparecer.
En esos años no he escuchado a ningún experto en patrimonio histórico, y cuando digo a ninguno es a ninguno, reivindicar ningún valor histórico de este parque ni exigir su protección ni apelar a su valor patrimonial como antiguas huertas (de las que solo queda el recuerdo), ni pedir su anexión definitiva al Cuarto Real de Santo Domingo. Era un asunto olvidado.
Reivindicación vecinal
Esos bancos de madera, los listones y el estanque de hormigón, el cesped y las jardineras de acero corten son patrimonio de los vecinos, no restos arqueológicos por los que cobrar una entrada.
Hay que estar muy ciego para no entender lo que pasa aquí: el gobierno municipal se ha hartado de atender a vecinos e inventar evasivas para no adecentar el Parque Zen del que en su día tanto se vanagloriaban los munícipes de turno, ya no saben qué decir para justificar que siga cerrado al público por el deterioro en el que han dejado que caiga. Ni tiene dinero ni se lo piensa gastar en este sitio.
En la política local cualquier excusa es válida para dar un paso atrás. Este martes los vecinos tienen su último turno de réplica para intentar ser escuchados.
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