La UGR se sumerge en la enseñanza virtual… con muchas dudas

clases online Universidad de Granada

Desde este jueves 15 de octubre y al menos por espacio de diez días, los aproximadamente 70.000 alumnos y los 5.000 docentes que componen la comunidad universitaria de Granada van a sumergirse en la enseñanza virtual, un método al que se llega en aplicación de una medida adoptada por la Junta de Andalucía que prohíbe de manera provisional las clases semipresenciales que se venían dando desde el inicio del curso. Entiende la administración autonómica que ese cierre temporal, unido al toque de queda en colegios mayores y residencias universitarias, de los que no se podrá salir a partir de las diez de la noche, puede contribuir a que se reduzca el alarmante número de contagios que se están produciendo en las últimas semanas. 

La Universidad de Granada (UGR) ha acatado esa decisión a regañadientes, puesto que considera sus espacios son seguros y que en ellos se está cumpliendo escrupulosamente con las medidas de higiene y seguridad puestas en marcha a raíz de la irrupción del Covid-19. Pero no es objeto de este artículo dilucidar si las restricciones son más o menos pertinentes y acertadas, sino preguntar y preguntarse si la UGR está preparada para afrontar ese nuevo reto. 

Su rectora, Pilar Aranda, deja claro que sí y destaca que la institución «ha llevado a cabo una gran inversión que le ha permitido adaptar sus espacios a las medidas preventivas impuestas por las autoridades sanitarias y dotarse de los medios técnicos que le permiten garantizar el mantenimiento de la actividad docente». Gracias al «esfuerzo humano y material» realizado por los responsables de los centros y por el personal docente e investigador, de administración y servicios y el estudiantado, «será posible afrontar este nuevo escenario con la solvencia que corresponde a una institución de la talla de la UGR», añade. 

«La Universidad está preparada para las clases online»

Juan Manuel Martín García, vicerrector del área de Docencia, abunda en lo anterior y sostiene que ya desde marzo, cuando se decretó el estado de alarma en España, la UGR empezó a dotar a sus espacios de los medios «que permitieron que, en un plazo de sólo 48 horas, se pasara de una educación presencial a otra a distancia». Ahora, «en un plazo aún menor de tiempo», se ha conseguido poner en marcha «un sistema de desarrollo de la actividad docente para que las clases se desarrollen dentro de la más absoluta normalidad dentro de las circunstancias». 

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Los vicerrectores de la UGR Margarita Sánchez y Juan Manuel Martín. Fotos y vídeo: Lucía Rivas

El vicerrector asegura de manera taxativa que la universidad granadina «estaba preparada» para esto, porque ha sabido aplicar el contenido tanto del Plan General de Adaptación de las Enseñanzas «como el de los 27 planes de adaptación que cada uno de nuestros centros universitarios tuvo que realizar». Siendo así, a Martín García no le cabe duda de que en este nuevo periodo se impartirá «una docencia de calidad».

Esas declaraciones tuvieron lugar en una rueda de prensa el 15 de octubre, sólo unas horas después de que entraran en vigor las restricciones ordenadas por la Junta. Fue una rueda de prensa en la que la rectora no participó de manera presencial, sino por videoconferencia, y estuvo repleta de fallos técnicos, lo que a algún malpensado le trajo a la cabeza la impresión de que si las clases virtuales están funcionando así, apañados vamos.

70.000 estudiantes que crean economía

Anécdotas (o no) al margen, cabe preguntarse de entrada que, si tan preparada estaba la universidad para afrontar la enseñanza virtual, o si se prefiere online,  por qué no se optó por esa fórmula desde que el 15 de septiembre comenzó el curso. La propia Pilar Aranda ha dejado muy claro que eso se rechazó porque, por decirlo claro, la UGR genera mucha economía en la capital. De los 70.000 estudiantes que acuden a las facultades, más de la mitad proceden de fuera, fundamentalmente del resto de Andalucía y de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, pero no es nada infrecuente encontrar alumnos de cualquier otro punto de España. 

Son chicos que residen en pisos, colegios mayores o residencias, que compran en las tiendas, que beben cervezas en los bares (esos que siguen abiertos, para disgusto de la rectora) y que, en definitiva, convierten a la universidad en un importantísimo motor económico. Granada, enfatiza Aranda, no puede prescindir de eso. En realidad, ninguna otra universidad española se ha decantado por la enseñanza virtual como única vía; todas han apostado por la semipresencialidad porque eso implica que los estudiantes tienen que ir a clase de vez en cuando y, por tanto, residir y gastar en esa ciudad. 

Una semipresencialidad cuestionada

La semipresencialidad empezó a funcionar a finales del curso pasado. ¿Cómo? Pues sobre eso, las opiniones son diversas. En algunos puntos de Granada, sobre todo en la Zona Norte, los alumnos no han podido recibir las clases cuando se quedaban en casa por culpa de los apagones, un problema que fuentes universitarias dicen que «se ha solucionado» pero que, admiten, también puede regresar en cualquier momento. 

Desde el colectivo de estudiantes han proliferado las quejas, además, hacia ciertos profesores que son «demasiado analógicos», por decirlo con vocabulario informático. Comentan que desde el principio se mostraron «reacios» a cualquier cosa que no fuera dar las clases como toda la vida. «Los hay que ni siquiera saben dónde está la cámara», apuntan. 

Profesores críticos o escépticos

Juan Julián Merelo, catedrático de la facultad de Informática, reconoce que, siendo un colectivo tan amplio, es más que probable que algunos profesores «no estén preparados», algo que achaca en parte a que la UGR «no ha hecho absolutamente nada por su formación» pese a que ya en mayo les avisó de que debían prepararse para la enseñanza virtual.  Enojado, pero tirando un poco de ironía, el profesor añade: «Si la rectora dijo en julio que todos lo habíamos hecho muy bien y nos habíamos adaptado, así que vamos a asumir que todos estamos preparados».

Juan Julián Merelo UGR

Juan Julián Merelo, profesor de Informática, lamenta que no se haya preparado al profesorado para la enseñanza virtual. 

Merelo es un defensor de la enseñanza vía internet -salvo, naturalmente, en algunas clases prácticas de determinadas carreras en las que la presencia es imprescindible- y cree que los estudiantes sí que tienen a su alcance los medios. «La conectividad está ahí, porque a los alumnos que no tenían conexión, la universidad se la ha facilitado. En ese sentido no ha ocurrido lo mismo que en colegios e institutos. Los alumnos sí están preparados. ¿Los profesores? Pues no sé qué decirte…», remacha. 

El profesor tiene claro que «desde el minuto cero» la universidad prefirió no obstante apostar por otro sistema «porque los chicos vienen a Granada, alquilan un piso, van a bares, salen de noche, allí se contagian…». Ahí se detiene porque ha dado con lo que considera una de las claves del problema: «No culpo a esos estudiantes, líbreme yo de eso, pero la esencia para no contagiar a nadie es que no haya movilidad, y una forma para conseguir eso es que un colectivo muy grande como es el universitario tenga la posibilidad de estudiar desde casa». 

«Nuestra obligación es que aprendan, no estar pendientes de si llevan mascarillas o no», agrega, en referencia al alumnado. Al que, insiste, no culpa expresamente de la situación. Pero sí sostiene que quienes han planificado el curso escolar «lo han hecho todo basándose en hipótesis falsas y sin contar ni con los alumnos ni con los que les enseñan».

Porque su última queja es contra el trato destinado al profesorado. «Nosotros no hemos tenido ni siquiera la opción de dar las clases desde casa. Así tuviéramos en el aula a un alumno o a 25, teníamos que impartirlas allí».

Sin el ‘espíritu universitario’

Marta Calatayud estudia tercer curso de Medicina y reside en el colegio mayor Isabel la Católica, así que las medidas restrictivas le afectan por partida doble. Está claramente «en contra de ambas» porque, aunque en su mismo colegio hay chicos que se han infectado y han tenido que pasar la cuarentena, a su juicio los contagios «no se han producido en las aulas». La universidad, los colegios mayores y las residencias de estudiantes «son sitios seguros», recalca. 

cierre Universidad de Granada

María Calatayud, estudiante de Medicina.

Le molesta resignarse a una enseñanza virtual que para ella «no puede ser lo mismo que la presencial, de ninguna manera». Sobre todo en su caso, con prácticas que no se pueden hacer por videoconferencia. En las materias que sí podían impartirse online, entiende que las cosas se estaban haciendo «más o menos bien», aunque dentro de un contexto general «difícil y al que todos nos estábamos acostumbrando». Había, añade, «algún problema» relacionado con esos docentes demasiado analógicos antes mencionados. 

La alumna, que es portavoz de los residentes del citado colegio mayor, quiere referirse también al espíritu universitario, que fuera de las aulas entiende que queda desvirtuado. «Hemos venido aquí a estudiar y aprender, y si durante tus años de carrera no formas parte de todo lo que significa la universidad, entonces no creo que puedas decir que seas universitario», acaba. 

Por su parte, el Frente de Estudiantes asegura que las medidas se han adoptado sin contar con nadie. «Ni al profesorado, ni al alumnado ni a los trabajadores» se les consultó previamente. La Junta, argumenta el colectivo en un comunicado, ha actuado no sólo en contra de la Universidad como institución, sino «contra nuestros intereses», por lo que llama a los estudiantes a «organizarse» en cada centro, escuela o facultad.

«No somos parte del problema sino de la solución»

Los colegios y residencias albergan a 2.100 alumnos, lo que significa un 4% del total de estudiantes de la universidad granadina. Por eso Marta Calatayud considera que imponerles un toque de queda servirá de muy poco, ya que le 96% restante sí que podrá estar de noche en los bares. A eso se refiere también el colectivo de colegios mayores de Granada, cuya portavoz, María Rodríguez, directora del Colegio Mayor Jesús y María, quiso intervenir en este reportaje pero finalmente no pudo por un golpe de mala suerte: el positivo de un compañero le obliga a pasar cuarentena. 

 colegio mayor Isabel la Católica

Las restricciones también han afectado a colegios mayores y residencias universitarias. 

De todas formas, el colectivo al que pertenece sí que se ha querido pronunciar y en un comunicado ha puesto el acento en que los colegios mayores «no han sido parte del problema, sino de la solución», porque desde el primer momento atendieron «todas las indicaciones que las autoridades sanitarias y universitarias decretaron», lo que implicó no sólo aplicar de manera estricta todas las medidas higiénicas sino también «poner en conocimiento del sistema sanitario todos los casos sospechosos, aislar a las personas contagiadas, a las sospechosas de estarlo y a sus contactos estrechos y colaborar en las labores de rastreo».

Por esos motivos, consideran que el cierre de puertas a las diez de la noche «podría no generar los resultados esperados» y entienden que habría que poner el foco en el ocio nocturno y el sector de la hostelería. Que, a su vez, considera que «el 99% de los negocios» está cumpliendo a rajatabla con las normas y que por tanto no debería ser penalizado.

Y mientras, los bares abiertos

La universidad cierra y los bares siguen abiertos, dijo recientemente, de forma más o menos textual, la rectora de la UGR. No es la única voz que clama contra eso, ni mucho menos. Según datos muy recientes, en concreto del 14 de octubre, el 80% de los nuevos contagiados por coronavirus en Granada tiene entre 18 y 35 años. Una edad (sobre todo el primer tramo) en la que abundan los universitarios, pero también los que salen de noche. Por lo general, lo uno es perfectamente compatible con lo otro: estudiar y tomarse unas cervezas. 

De hecho, los establecimientos de hostelería harían mal en relajarse. La Junta ha dejado claro que seguirá revisando la situación y, en función del número de casos y el porcentaje de infectados entre el total de la población, tomará nuevas medidas. Que por ahora suponen la limitación horaria de los locales hasta las diez de la noche pero que, si son más restrictivas, podrían incluir el cierre. Así que, como se decía en algunos telefilmes de los ochenta, continuará…


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