
Una de las fotografías con las que Maribel ha documentado el cambio operado por la Covid en las aulas.
Maribel Marchal tiene la suficiente confianza con sus alumnos como para llegar a clase y bromearles. Un día les cuenta que esa noche lo ha pasado fatal por culpa de una pesadilla de película: “¡Una pandemia de magnitud mundial nos hacía llevar mascarillas a todos y tener que dar clases con un frío de mil demonios!”. Ellos se ríen, pero no ríen como antes.
En las aulas del Centro Público de Formación Profesional Aynadamar ha habido “cero contagios y cero clases confinadas”, pero lo que sí ha habido es un cambio en la actitud de los jóvenes. Donde antes había alegría o cabreo, ahora hay una sensación neutral: “les noto como anestesiados y en shock”.
Lo cuenta Maribel que, además de ser profesora de Formación y Orientación Laboral, es fotógrafa en sus ratos libres. Le encantan los retratos y esta profesora se percató de que en los cambios entre clase y clase, en ese lento deambular por los pasillos coordinado por la campana para evitar acumulación, “veía que los alumnos andaban cabizbajos y autómatas”. Quiso fotografiar esta situación histórica en su instituto y comenzó a realizar una serie de fotografías en blanco y negro. “Son robados en los que intento captar de manera espontánea sus miradas y la emoción del momento”.
Las puertas entornadas, el gel hidroalcohólico, las esperas solitarias en los bancos, la limpieza incesante… Todo lo que reflejan sus imágenes cuenta esa situación “un tanto gris” que les ha tocado vivir en un sitio hasta hace muy poco lleno de vida. Con un alumnado que ronda los 20 años de media, esta profesora explica que la actitud de todos los estudiantes es muy responsable y, a pesar de mantener ventanas y puertas abiertas, en todo el instituto hay “un silencio sepulcral”.
“Imagina estar tantas horas en un mismo espacio, sin libertad para moverte como lo hacías antes, ni siquiera durante el recreo”. Las señales de “riesgo” se repiten por todo el centro. Hay carteles y líneas amarillas que recuerdan que hay peligro de contagio de manera constante. Con sus fotografías, Maribel retrata el enorme esfuerzo que hacen todos para intentar que esta situación tan excepcional parezca lo más normal posible.
Protocolo anti Covid en los institutos
Desde septiembre hasta finales de diciembre han tenido que cerrar 26 centros educativos en Granada por diversos brotes en sus aulas. El CCPIFP Aynadamar no ha sufrido ninguno hasta ahora.
Alumnos, profesores, equipo de limpieza y personal administrativo “estamos teniendo un sentido del sacrificio brutal”. Tanto que, con la ‘coordinadora Covid’ Ana Prados a la cabeza, cada cual sabe a la perfección qué tiene que hacer y cuándo es el momento. “La toma de la temperatura, la señalización de espacios, el uso de los hidrogeles…” se han convertido en una tarea más para todos.
Colegios e institutos han tenido que cambiar sus rutinas. El espacio físico y los horarios son ahora mucho más restrictivos para evitar que haya masificación de alumnos.
Es su forma de ‘batallar’ contra la Covid, una enfermedad que les ha obligado a abrir las ventanas y puertas para que haya mayor ventilación: “Pasamos mucho frío, pero lo hacemos con gusto porque sabemos que es algo necesario”. Y esta medida, la que más ha calado en el resto de la sociedad de todas cuantas se llevan a cabo, ha supuesto que “este año raramente haya gripe en las aulas”, comenta Maribel. También ha provocado que sea habitual ver batamantas entre los alumnos y alumnas, una licencia “sin importancia” pero impensable en otros tiempos.
¿Qué aprenderán los centros educativos de esta pandemia? “Espero que se tenga en cuenta que los profesores estamos trabajando muchísimo para no dejar atrás a ningún alumno”. La profesora granadina destaca “la labor encomiable de los docentes y el sentido de la responsabilidad colectiva de los alumnos”. Maribel lo tiene claro: “La juventud no es tan mala como la pintan. Eso es lo que yo veo en mis clases”.
Quería dejar huella de este hecho histórico y lo ha conseguido. Para esta profesora su profesión es un auténtico regalo y la fotografía una afición que le ha ayudado a inmortalizar una situación triste pero de muchísimo compromiso.
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