Dicen que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz. Las tragedias a veces se concentran en un puñado de metros cuadrados de alquiler. Las de Ndeye-Hanan Amira, Dolores antes de convertirse al Islam, llegaron hace casi cinco años, tras un accidente por atropello que la dejó usando un bastón para toda la vida.
No es que antes del atropello Hanan viviera en la abundancia, pero al menos tenía salud para salir a ganarse el pan de sus hijos. «Si tenía que limpiar escaleras por dos euros la hora, lo hacía», comenta esta locuaz mujer, que ahora se enfrenta a una orden de desahucio prevista para el próximo 10 de junio.
Hanan es la cabeza de una familia numerosa: tiene tres hijos que está criando sola, dos de ellos en edad escolar. Desde hace unos quince años vive en Cartuja, en el distrito Norte de la ciudad. Se ha ido cambiando de pisos buscando siempre la opción más económica.
El último cambio lo hizo en noviembre de 2009 a uno de los bloques de la calle Conde de Torrepalma. Su dueña, cuenta Hanan, estaba dispuesta a hacer el papeleo para acceder a una de las anunciadas ayudas de la Junta de Andalucía… hasta que supo que sólo beneficiaba a su inquilina y perdió el interés y las prisas.
En el hogar de Hanan se pasan a veces seis meses sin ningún ingreso
«Necesitaba esa ayuda para pagar el alquiler. Es que el cambio lo hice porque ella dijo estar dispuesta a hacer el papeleo», comenta Hanan, que en abril de 2012 dejó de pagar la mensualidad, asegura que de acuerdo con la dueña. «Hicimos el cálculo de cuánto había pagado ya entre el alquiler y los arreglos en el piso y quedamos en ello», rememora Hanan, que hace cuestión de un mes tuvo que ir a juicio denunciada por impago. «Si me marcho ahora, aún me seguirá debiendo unos 5.000 euros».
Hanan domina tres idiomas además del español (inglés, francés y catalán), ha sido gerente de locutorios y tiene formación como auxiliar de enfermería geriátrica. Pero después del accidente no ha vuelto a encontrar trabajo. Alterna la Renta Activa de Inserción (RAI) con la Renta Mínima de Inserción del Programa de Solidaridad. Pero son pagos que no están sincronizados…
A veces en este hogar se pasan seis meses sin ningún ingreso. Es entonces cuando acude a su auxilio la comunidad, las vecinas que unas veces invitan a comer y otras echan algo en el carrito de la compra que Hanan siempre lleva consigo, empujado por uno de sus hijos. «En ocasiones tengo que pedir dinero directamente para comprar algún medicamento, que voy devolviendo poco a poco cuando comienzo a cobrar la ayuda». «Los musulmanes debemos saldar nuestras deudas antes del Ramadán«, aclara.
Hanan intuye que sin la presión de Stop Desahucios las cosas podrían haber sido diferentes
La situación de Hanan era ya desesperada cuando acudió a Stop Desahucios, que la ha arropado en todo este proceso. «El día del juicio por impagos del alquiler lloré de felicidad. Vinieron muchas personas a estar conmigo, a darme su apoyo», comenta emocionada Hanan, que tiene colgado de su balcón el cartel identificativo del movimiento y cuando sale a la calle se coloca la chapa en el pecho.
Hanan intuye que sin la presión de Stop Desahucios las cosas podrían haber sido muy diferentes. Pero ellos han estado detrás de cada paso y de la presión a las administraciones para que el inicial «no hay pisos disponibles» se transforme en una esperanza.
Hanan está esperando que la Empresa Pública de Suelo de Andalucía (EPSA) le adjudique una vivienda social de alquiler. Ya ha presentado todos los papeles y una técnico le ha marcado en el mapa de Norte algunas opciones disponibles. «Están buscando la mejor opción para mi movilidad reducida», explica Hanan, ilusionada con la posibilidad de empezar una nueva vida.
En el piso en el que Hanan vive con sus hijos hay un ‘una cuenta atrás activada’ que llega a cero el próximo 10 de junio. De la celeridad de las administraciones dependerá que sea para un nuevo y vergonzante desahucio o para una mudanza, un cambio de piso con el que esta mujer y sus hijos puedan empezar una nueva vida.
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