Existe una forma de alimentarse responsable, coherente, sana y educativa. La conciencia sobre la comida ecológica y de calidad va ganando adeptos, especialmente en el Realejo con distintos proyectos. Uno de los más recientes y llamativos es el de la asociación gastronómica y cultural ‘Donde comen los monstruos’, que inauguró el pasado 1 de diciembre su comedor familiar, ecológico y de proximidad en el barrio (Callejón del Señor) con la misión de tratar de mejorar la alimentación de los más pequeños de la casa, sujetos habitualmente a horarios y catering de colegio, al tiempo que se creaba una experiencia comunitaria.
«El objetivo principal es sencillo, que los niños comieran bien», explica una de las promotoras del proyecto, Marta Gutiérrez Blasco. Muchas de las familias que actualmente participan en este comedor proceden del colegio público José Hurtado, con antiguos alumnos de la escuela infantil Duende, y otros padres de otros colegios han mostrado su interés. El proyecto ha sido la continuación de un grupo de consumo (agrupación ciudadana que compra productos, principalmente de alimentación ecológica y de calidad, de forma colectiva y al margen del mercado) que ya lleva funcionando un tiempo en el barrio, ‘Como de Graná’, con medio centenar de socios activos. «El proyecto del colegio Gómez Moreno nos sirvió de inspiración, e incluso nos proporcionaron información y contactos, pero en el colegio del barrio no podíamos emprender un comedor ecológico para los niños por falta de espacio y porque para ello había que participar en el concurso para la concesión administrativa», explica Marta.
«La línea principal es que el menú sea más sano», insiste Francisco Llanes, chef y responsable de la cocina. «Reducir el consumo de carne, aumentar el de legumbres y hortalizas, e incluir una ensalada todos los días con productos de temporada». Todo diseñado con el apoyo de nutricionistas y la experiencia de este profesional de los fogones. A través del grupo de consumo acceden a alimentos de producción ecológica y cercana, a lo que hay que añadir el recientemente creado Ecosúper de la calle Molinos o el Ecomercado que se celebra en el Paseo del Salón. Productos del Valle de Lecrín, Guadix, los Guájares, la Vega, Cortes y Graena… «Lo realmente importante es que quien quiera participar de este comedor, eventualmente o de forma continua, comparta los principios de la asociación gastronómica», subraya Marta.
María Castellanos, Bárbara Uranga, Luca Mattei e Isadora Hernández completan el equipo de ‘Donde comen los monstruos’ -en clara alusión al libro de Maurice Sendak-, que se ha hecho realidad con la financiación de Fides Banca Ética. Cocinero, ayudantes de cocina, promotores y administradores, tutores y acompañantes para traer los niños desde el colegio, todos realizan labores distintas y colaboran en otras comunes. Antes de las 9 horas de cada día que está abierto (de lunes a viernes) en la cocina tienen que saber cuántos comensales van a acudir (es posible apuntarse para un día suelto o pagar una cuota periódica). No debe sobrar nada. Para las 14.15 horas se ha tenido que comprar el género necesario y estar listo para ser servido, porque es cuando las monitoras aparecen con los niños del colegio -actualmente comen en este comedor una docena de niños y media docena de adultos-.
¿Y en verano? Ya están barajando ideas. Podrían utilizar la cocina en los meses no lectivos para elaborar conservas de productos que en la temporada de otoño e invierno no se producen en Granada, como por ejemplo de tomate. ¡Aquí no se desperdicia ni un minuto!
Complimenti a «Donde comen los monstruos»: un bellissimo progetto, realizzato da un gruppo di persone motivate ed entusiaste. L’iniziativa è partita da poco, ma non puo’ che avere ancora piu’ successo. In bocca al lupo e un abbraccio a tutti Marino.
Marino Mattei
Adelante, ojalá iniciativas como está cundieran .
Enhorabuena y mucho éxitos
Matilde
¡Enhorabuena por el proyecto y mucho ánimo!.
Para mi es una suerte contar con este espacio gastronómico donde, como celiaca, puedo disfrutar de comida sana y no tengo que pagar más por tener alergia al gluten. Puedo comer con los ojos cerrados. Y además me siento muy bien ya que se apoya la agricultura ecológica y local, ayudando a nuestros productores, que hacen maravillas para conservar el espacio verde que nos rodea sin contaminarlo.
Nana