Entre las bambalinas del cine de verano

Poco se conoce de la sala de máquinas de un cine. Pero proyectar una película, salvo raras ocasiones en las que se distribuye en DVD, no resulta tan fácil como pulsar el botón del ‘play’. Que el film salga a escena depende del minucioso trabajo del proyeccionista. En el caso del cine de verano, Raúl Ciro Hernández se encarga de esta labor técnica, que aún conserva su parte artesanal.

Según relata, los rollos de la película llegan por separado. Su labor consiste en unirlos como si de las piezas de un puzle se tratasen. Para ello se vale de la empalmadora, un aparato provisto de una cuchilla (conocida en el gremio como la guillotina) con la que corta el celuloide por el fotograma exacto y lo pega al siguiente. “Si me equivocase las imágenes y el sonido entrarían al revés”, concreta Raúl, que lleva ocho años protagonizando su propio ‘Cinema Paradiso’ en el Zaidín.

Raúl Ciro Hernéndez muestra los entresijos de un cine, en la Filmoteca de Andalucía

Comenzó trabajando en el Madrigal, donde aprendió este oficio ligado al séptimo arte. “La cabina del cine de verano me dejó impactado. Su aire vetusto y atractivo me conmovieron”, reconoce Raúl. Desde entonces es el responsable de que los fotogramas cuenten una historia en la pantalla del barrio, un cometido con el que ha vivido muchas anécdotas.

“Durante la proyección de ‘Planet Terror‘ de Robert Rodríguez un hombre del público comenzó a protestar porque en la película aparecía un letrero en el que se leía: falta un rollo. No se dio cuenta de que se trataba de una escena de la película, que también muestra una pantalla ardiendo”, recuerda Raúl. Un trabajador del cine tuvo que llamarlo, ante las quejas del espectador. En vano trató de aclarar que la imagen obedecía al propio discurso del director ya que, hoy día, es muy complicado que una película se queme y, por supuesto, no faltaba ninguna parte del filme.

Antiguamente eran de nitrato, un material altamente inflamable. De ahí que los incendios fueran usuales en los cines. Actualmente, sin embargo, están hechas con poliéster. Además, el proyector está provisto de un mecanismo de seguridad que siempre se activa antes de la sesión. De este modo, si se para la película, también lo hace el haz de luz de la máquina, que quema por su potencia. “Solo el olvido al activar este dispositivo puede provocar este tipo de accidentes”, indica el proyeccionista, que también es operador de cabina en la Filmoteca de Andalucía.

Pero Raúl siempre es minucioso en lo que hace. Por eso nunca se ha equivocado en su trabajo. Quizás sea porque sigue a rajatabla el consejo de Alfredo, personaje del celuloide que también vive entre sus bambalinas: “Hagas lo que hagas, ámalo. Como hiciste con la cabina del cine Paradiso”.

Comentarios en este artículo

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    cine verano vergeles | GranadaiMedia

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