Goodbye, Realejo

Un reportaje de Luis Arronte sobre los jóvenes sobradamente preparados que dejaron el barrio del Realejo entre 2013 y 2014. La mayoría intentaba forjarse un futuro en Inglaterra, pero otros acabaron en otras provincias españolas u otros países. Todos llevan el barrio en el corazón. (Foto: M. Pérez). ¿Qué habrá sido de ellos cuatro años después?

Despedirse del barrio del Realejo no debería ser demasiado duro si uno se cambia al Centro, al Albaicín o al Zaidín. Su especial luz, sus negocios de barrio, sus edificios seculares, sus plazas y sus calles quedarían cerca, a un paseo. Pero en poco más de un año son muchos los jóvenes que están teniendo que dejar Granada atravesados por la pena de dejar el Realejo, y de ellos la gran mayoría cruza la frontera para instalarse en otros países donde no tienen ni la menor idea de lo que es una salaílla.

No es tanto un éxodo, porque es aún puntual, pero es constante, y todo el mundo tiene ya un amigo que ha tenido que hacer recientemente las maletas y buscar otro futuro -lo cual ya no es ni mejor ni peor, sólo otro-, tratándose además de jóvenes sobradamente preparados y con aspiraciones culturales y sociales propias del siglo XXI.

Se da la circunstancia de que esta zona de la ciudad de Granada tiene un cariz distinto, con mucha personalidad, que se instala en el cerebro de quien lo ha vivido alguna vez. Corre la leyenda de que hay más de uno y de una con el número 18009 tatuado en la piel, y si fuera cierto sería cuestión de evidencias concretar dónde se hizo el tatuaje, ¿verdad?

«Cris y yo nos vamos en dos meses a Londres. Pero antes que nosotros ya se han ido Fátima, Paloma, Carmen, Pipi… La lista es larga«, explica Nacho Álvarez, psicólogo y técnico en Cooperación Internacional para el Desarrollo. Cris, su novia, es antropóloga y trabajadora social, pero en breve se va a quedar sin trabajo y él ha decidido pedir una excedencia para probar suerte en Inglaterra.

«En el último año se han podido ir hasta doce de un mismo grupo de amigos, el nuestro. Muchos de ellos porque no encontraban trabajo. Hemos tanteado el terreno allí y la oferta de empleo es abrumadora (si la comparamos con la que tenemos aquí), como mucho tardas un mes en encontrar trabajo», añade.

Óscar Salguero

Óscar Salguero, en el Realejo.

«Dejar el Realejo ha supuesto un auténtico desgaste emocional para mí, pero no había ya remedio», reconoce Óscar, Doctor en Derecho y en Antropología

Uno de esos amigos que ya no vive en el barrio es Óscar Salguero, Doctor en Derecho y Doctor en Antropología (que se dice pronto). Fuertemente implicado con las necesidades del barrio y con la Asamblea del 15M, se fue del Realejo al terminar la cuesta de enero.

«Tuve contrato con la Universidad de Granada hasta octubre de 2011, cuando los recortes empezaron a ser serios. Hasta ese momento no paré de investigar, y no he encontrado un trabajo acorde desde entonces. Montamos nosotros mismos un grupo de formación e investigación, Tejiendo en Redes, con el que pude subsistir, pero ya no podía más, ni siquiera encontraba un piso que me pudiera permitir», explica.

Se ha ido a Murcia, donde vivirá con su pareja «con el objetivo de rearmarme», pero con la vista ya puesta en Latinoamérica, donde tiene mucho campo y posibilidades para desarrollarse profesionalmente.

«El panorama es desalentador, y el parón en la Universidad ha sido desastroso. Dejar el Realejo ha supuesto un auténtico desgaste emocional para mí, pero no había ya remedio. Seguiré vinculado al barrio y a la ciudad a través del grupo Tejiendo en Redes, con el que seguiré participando en cursos», anuncia Óscar.

El caso es que, curiosamente, los datos del paro han descendido en el Realejo. Si atendemos a los datos del SEPE divididos por código postal, en diciembre de 2012 había 1012 parados en el 18009 (542 hombres y 470 mujeres) y en diciembre de 2013 había 895 (491 hombres y 404 mujeres). Pero observando estas despedidas, ¿es una buena noticia o es el resultado de rendiciones y traslados en busca de trabajo hacia otras ciudades españolas o extranjeras?

Bristol Connection

 

M. Pérez, Bristol

M. Pérez, ex vecina del Realejo, reflejada en un escaparate de Bristol. Foto: M. Pérez.

Según un cálculo rápido de Nacho, el 70% de la gente que conoce del barrio y que lo ha dejado recientemente se ha ido a Inglaterra, como van a hacer él y Cristina. Pero da la casualidad de que en Bristol se ha concentrado sin pretenderlo una pequeá célula de ex vecinos del Realejo que se conocían de antemano o que se han encontrado allí.

Por ejemplo, M. Pérez, profesional de la comunicación audiovisual, que trabajó como autónoma para empresas públicas y que acabó dejándolo todo en Granada ante la «lentitud del proceso» y la dificultad «para cobrar por el trabajo realizado».

«Nunca había valorado el tema de irme a Inglaterra, aunque la idea me llamaba la atención por practicar mi inglés. Siempre lo había tenido como una opción de vacaciones, pero nunca lo había valorado cómo para buscarme la vida aquí. Lo decidí un día que estaba harta de todo y no salió un proyecto en el que estábamos trabajando de hace unos meses, las pocas expectativas de futuro fueron lo que me hicieron tomar la decisión».

«No creo que sea una ciudad que deje paso a la gente joven y a las nuevas ideas, es una pena porque gente con buenas ideas hay, sobre todo en el barrio», opina una ex vecina del Realejo

«He vivido en otras ciudades españolas como Madrid, Barcelona, Málaga… Y es cierto que siempre, siempre, vuelvo a Granada y siempre al Realejo. En caso de que vuelva a España, sólo será con un contrato en condiciones y cómo mínimo un contrato de una duración de dos años, y esto creo que nunca me lo ofrecerá Granada. No creo que sea una ciudad que deje paso a la gente joven y a las nuevas ideas, es una pena porque gente con buenas ideas hay, sobre todo en el barrio, y salen proyectos muy interesantes, pero siempre sin apoyo de la parte institucional, y por tanto sin cobrar y ni siquiera sin un reconocimiento. Luchar contra ese dinosaurio es insoportable«, lamenta.

También vive en Bristol Carmen Méndez, bióloga de 30 años. «Termine la licenciatura hace algo más de tres años y mi experiencia en el campo de la biología se limita a una beca de 6 meses de duración en una Fundación con sede en Granada. Finalizado este periodo y ante la supuesta falta de financiación, lo única opción que me ofrecían era seguir trabajando en este lugar de manera voluntaria y gratuita. Otros oficios que desarrollaba eran trabajos en hostelería y como profesora de clases particulares», detalla.

«Me fui a finales de Noviembre del 2012. Las principales causas fueron buscar un trabajo remunerado. En Granada no encontré manera de sustentarme. Ni bajando el precio de las clases particulares ni accediendo a trabajar en hostelería por menos de 5 euros la hora lograba ganar lo suficiente para mantenerme. La otra causa fue aprender una lengua extranjera, el inglés, que tan demandado es a la hora de buscar un trabajo en el campo científico o conseguir una beca», explica Carmen, que de volver a vivir en Granada, «probablemente volvería al Realejo». «Este barrio me ha dado muy buenos momentos y muy buenos vecinos y amigos».

Como ellas, en Bristol también está Fátima, Gisela, María…

Juan Antonio Cantos, historiador.

Juan Antonio Cantos, historiador.

En Barcelona está Juan Antonio Cantos, al que también se le podía encontrar con frecuencia por las calles del barrio. Se ha ido hace unos meses, y por amor.

«Mi pareja, por motivos de trabajo, sí que se vio obligada a mudarse a esta ciudad y, como dicen en Venezuela ‘amor de lejos, amor de pendejos’, así que decidí mudarme también allí donde ella estuviera, movido más por el corazón que por motivos económicos o profesionales (de hecho la vida es más cara en mi nueva residencia que en Granada). Pero también, por qué no decirlo, espero de todo corazón que aquí en Barcelona me salgan nuevas oportunidades profesionales, que me enriquezcan y ayuden a progresar y mejorar», explica este historiador de profesión.

«Granada tiene de todo, menos posibilidades para los jóvenes que quieren ser algo en la vida. Una pena, pero es así», según Juan Antonio.

¿Voverían? «Desde luego que si ambos, mi pareja y yo, pudiéramos obtener un mejor trabajo o mejores opciones de ganar dinero respecto a Barcelona, nos volveríamos con los ojos cerrados. Granada es bonita, encantadora, agradable, cómoda, y a ella me unen muchos lazos, amistades de toda la vida, quince largos años de experiencias -buenas y malas-; pero sí que es verdad que a nivel laboral anda bastante flojilla. Lo mismo se puede decir de toda Andalucía, lamentablemente. Tiene de todo, menos posibilidades para los jóvenes que quieren ser algo en la vida. Una pena, pero es así».

Y poco antes de que él se mudara, en el mismo bloque, vivía una familia joven italo-suiza que se había enamorado del Realejo, la de Tita Gonzato y Mateo Galli con sus dos hijos. Dos expertos en ciencias y matemáticas que eran dos auténticos fichajes para la UGR, donde trabajaban. Para Tita este barrio es «un pueblo y una ciudad, tanto a nivel espacial como a nivel social».

«Recordamos con cariño los nombres de personajes concretos en encuentros pasajeros, de encuentros de vida cotidiana: cerrando una puerta, comprando fruta, mirando palomas o una pared pintada por el Niño, etc. Tiene una dimensión de pueblo, de cercanía, que todavía no hemos encontrado en el pueblecito de 2.000 habitantes donde vivimos ahora (en Suiza). Conocer a los locos del barrio, la directora del banco, las abuelitas, las vendedoras, los gatos,.. No solo verlos, sino saludarlos por su nombre es una riqueza enorme de este barrio, que nos llevamos en las maletas, sin peso físico».

Mateo Galli y Tita Gonzato, con sus hijos en Suiza.

Mateo Galli y Tita Gonzato, con sus hijos en Suiza.

«El Realejo tiene una dimensión de pueblo, de cercanía, que todavía no hemos encontrado en el pueblecito de 2.000 habitantes donde vivimos ahora en Suiza», reconoce Tita

Aquí trabajaron cinco años con la Universidad de Granada «en un clima de trabajo agradable y estimulante». Pero al terminar el contrato, «la situación económica del pais ya había empeorado y los recortes que han habido en la investigación no han permitido estipular nuevos contratos».

Ahí empezaron a buscar nuevas oportunidades en el extranjero, y Tita las encontró en Suiza, trabajando para una universidad más pequeña y como profesora de instituto. «El clima es muy competitivo y los ritmos de trabajo exigentes. Sin embargo el sueldo y las condiciones de trabajo son muy buenos, lo que permite tener una visión más segura del futuro (para toda la familia) y planear sueños. Mi pareja sigue en la investigación en Italia, financiado por un fondo europeo», explica la investigadora.

No piensan en volver para algo que signifique más que una visita a los lugares donde sus dos hijos empezaron a criarse, para reencontrarse en estas calles con la gente que conocieron, en una suerte de «sinapsis», como ella lo explica, en la que de forma espontánea todos acabamos conectados, con mayor o menor profundidad.

(Reportaje publicado el 17/02/2014)

Comentarios en este artículo

  1. Lo del tatuaje no es ninguna leyenda urbana, yo conozco al menos a dos personas que se lo hicieron.

    Uno que se fue
  2. Sí, si me han llegado muchas voces contándomelo. Pero verlos, no los he visto… 😉
    De todas formas, lo doy por cierto.
    ¡Un saludo!

    Luis Arronte

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