Mª Angustias Linares es vecina del Cerrillo de Maracena. Es diplomada en Graduado Social, pero su última actividad profesional la desarrolló en una gran superficie comercial en Motril. Cuando tuvo a su primer hijo, pidió una excedencia, y con su hija, que llegó después, hizo lo propio. La negativa de la empresa a trasladarla a otro establecimiento más cerca de su lugar de residencia y la imposibilidad de seguir compaginando las idas y vueltas del trabajo con el cuidado de sus hijos la llevaron a renunciar a su puesto.
Entonces no sabía que sería tan difícil encontrar otro trabajo, hoy no tiene dudas. Su marido regenta, junto a un socio, un taller mecánico. La crisis ha disminuido tanto su volumen de trabajo que hoy no cuentan con un salario fijo al mes. Lo que ganan, según Linares, se va directo a pagar recibos (una elevada hipoteca, el agua, la luz, el alquiler de la nave del taller, un préstamo ICO y una póliza de crédito al límite, entre otros).

María Angustias Linares, en su casa del Cerrillo de Maracena
«Al mes apenas me gasto 50 euros en comida», apunta Mª Angustias, que asegura que, sin la ayuda de su familia, no podrían salir adelante. «Mi madre nos da embutidos los fines de semana para los bocadillos de los niños; comemos la carne justa y el pescado, más bien escaso, es congelado, que sale más barato», explica. «Mi suegra nos da a veces pan y lo congelo, no compro ropa y vamos tirando con lo justo», añade.
A Linares le gustaría poder seguir formándose y actualizar sus conocimientos para poder acceder a un puesto de contable, que es su ilusión, aunque es consciente de que la formación hoy no es garantía de empleo. Pese a todo, es optimista y dice, con una sonrisa, que «las cosas tienen que cambiar».
«Antes saltaba de la cama a las siete de la mañana y me ponía a hacer cosas. Ahora me cuesta, no sé si es la edad o el desánimo, pero me cuesta»
Su mayor problema, como el de otras muchas madres, es que no se encuentra en disposición de aceptar cualquier trabajo. «Tengo a los niños y no los puedo desatender», apunta. Y en los tiempos que corren, si hablar de empleo es casi una utopía, pretender que exista la ‘conciliación’ puede resultar una obscenidad, por desgracia.
«Mi vida se ha convertido en pagar, pagar y pagar. Antes saltaba de la cama a las siete de la mañana y me ponía a hacer cosas. Ahora me cuesta, no sé si es la edad o el desánimo, pero me cuesta». Mª Angustias ayuda a su marido en el taller, donde también cuentan con un empleado. «Hay una cosa que tenemos muy clara y es que los trabajadores tienen que cobrar. Para él nunca falta y nosotros, si podemos cobrar bien, y si no pues nada», indica.
Un barrio marcado por el paro
En el barrio son muchas las personas que se encuentran en la misma situación que Mª Angustias e incluso tienen problemas mayores. Familias en las que todos sus miembros están desempleados, jóvenes que no tienen expectativas y ni siquiera disponen del graduado escolar, personas maduras que han perdido su trabajo y no encuentran un lugar en el mercado de trabajo. Es el drama del desempleo, que tiene como aliada a la desesperanza.

Escritos de la Asociación de Vecinos Cerrillo de Maracena-Los Barrios
Precisamente para alertar de la precaria situación en el barrio, la Asociación de Vecinos Cerrillo de Maracena-Los Barrios remitió hace unos meses dos escritos a la presidenta de la junta municipal de distrito de la Chana, Telesfora Ruiz, centrados en la problemática de los jóvenes y mayores del Cerrillo.
Según la asociación de vecinos, el 40% de la población del Cerrillo de Maracena de entre 25-55 años está en paro, y la mitad son parados de larga duración
En uno de esos documentos, la asociación pedía el restablecimiento del programa de mayores para que la gente joven del barrio, «que en un alto porcentaje no ha cubierto sus estudios básicos y carece de oficio alguno», pueda obtener el graduado escolar y acceder al mercado laboral. La asociación vecinal solicitaba, asimismo, el servicio de un orientador u asesor, así como la comunicación de ofertas de trabajo, pues, según alertaban, la situación está llevando a los jóvenes a «coquetear con la drogadicción y la delincuencia debido a la escasa o nula ocupación que les impide integrarse en el mundo laboral».
En el segundo escrito, la asociación de vecinos informaba de la «nula presencia» del sector privado en la economía del barrio y de la existencia de una tasa de paro del 40% entre las personas de entre 25-55 años, de las cuales, según aseguran, la mitad es de larga duración. Por esta razón, pedían la puesta en marcha de algún plan especial de empleo que permita contar con los vecinos para el desarrollo de obras y actuaciones en la ciudad.
(30-04-2013)
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