Magdalena despierta por la mañana en su piso, ya sin humo aunque con olor a quemado tras el incendio de ayer, con su hijo dormido en el sofá, aún nerviosa. No recuerda quién la sacó del piso. «Cuando empecé a oler el fuego me asomé a la escalera, pero había tanto humo que no podía ni subir ni bajar, y el humo entró en la casa», detalla. Su marido, José, no puede moverse y no sale nunca del pequeño piso, y creyó que ahí se iban a quedar, cuando entró Juan José y los sacó en brazos. Los nervios le impiden recordar más cosas. Hoy atiende a los medios que, al enterarse de la historia, llaman a su puerta.
Esta vecina asegura que el edificio es muy viejo y que este suceso se podría haber evitado con una rehabilitación. La Policía Nacional confirma que lo más probable es que el incendio naciera a partir de un fallo del sistema eléctrico, muy deficiente, en el piso superior. Está agradecida: «Nos tenemos que ayudar entre las personas», explica al micrófono. Ella y su hijo volvieron a casa cerca de las dos de la madrugada, pero su marido aún seguía en el hospital, pendiente del alta. «Cuando estábamos fuera no hacíamos otra cosa que vomitar y beber agua», recuerda.
Juan José, mientras, vuelve al albergue a recoger la noticia impresa sobre su rescate. Y allí se entera de que le buscan desde Canal Sur y El Mundo para hablar con él. Hoy es un día de enhorabuenas, tras pasar la noche en la calle y habérselas buscado para conseguir algo de comida. Pregunta por los ancianos y espera en la plaza. Como hace todos los días.
(5/09/2012)
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