Parques infantiles de Granada, todo un panorama

Hay un excelente parque infantil en Maracena, con un atractivo barco pirata y unos irresistibles toboganes en forma de espiral, en el que no es raro encontrar los fines de semana a padres e hijos granadinos disfrutando. Otras familias que viven en la capital se desplazan a zonas específicas para niños de Armilla, Pulianas, Atarfe y otras poblaciones cercanas.

¿Por qué este movimiento? Puede que en muchos casos obedezca al simple deseo de hacer algo distinto, a salir de la ciudad. Pero, a tenor de lo que cuentan unos y otros al volver, también lo hacen porque les gusta más lo de fuera que lo de casa.

Esa reflexión es un buen punto de partida para patearse Granada de arriba abajo y de este a oeste para ver cuál es el panorama de nuestros parques. No están revisados todos, porque sería imposible cuando a cualquier cosa acotada y con un columpio le llaman parque infantil. Esto es un resumen de lo visto.

Del Centro al Zaidín pasando por Genil

Una ruta puede empezar, por ejemplo, en el Paseo de la Bomba. Cerca ya de la rotonda que enlaza con la Carretera de la Sierra hay dos espacios infantiles, separados muy acertadamente en función de la edad de los usuarios. No mezclar niños pequeños y grandes es una buena forma de evitar accidentes.

La zona, pese a ser peatonal, es algo más ruidosa de la cuenta. Los parques no están mal, aunque como son demasiado frecuentados se quedan pequeños enseguida. Además, les falta sombra, una circunstancia que, como se verá, va a repetirse una y otra vez en este análisis.

Los parques infantiles, como este del Tico Medina, son el hábitat natural de los más pequeños. Fotos: Lucía Rivas

Por ejemplo, partiendo desde allí y cruzando el Paseo de los Basilios se llega a la Plaza Francisco López Burgos, que es amplia y tranquila y cuyo diseñador tuvo la feliz idea de ubicar la zona infantil en el lugar más soleado.

Aunque peor aún es lo que se encuentra el paseante cuando, andando por el Camino Bajo de Huétor, llega a la Plaza Inmaculada Niña y contempla un pequeño parque debidamente cercado y con los avíos habituales, pero sin un triste árbol que proteja a los chiquillos del inclemente sol. Hay, eso sí, un bar justo enfrente para que los padres puedan vigilarlos mientras toman algo en la terraza.

De parque sólo tienen el nombre

El recorrido deja atrás el distrito Genil y llega al Zaidín. Allí, a espaldas de Torre de la Pólvora, hay un sitio interesante. Le sobra el ruido de la cercana circunvalación, pero es una zona verde razonablemente bien cuidada y con dos espacios para el ocio de los más chicos de la casa, que se diferencian de la mayoría en que el suelo es de tierra, y no de la superficie artificial que ahora se estila. Eso sí, tampoco hay demasiada arboleda para cobijarla.

Menos da una piedra, que es lo mismo que se puede decir del parque de Andrés Segovia. Pero lo que desde luego sonaría a chiste sería considerar como parques infantiles a los dos columpios (sí, dos) que hay detrás de la Biblioteca Francisco Ayala, en la antigua Hípica, o al simulacro que se ubica a sólo unos pasos, en la Plaza Fontiveros, una isla peligrosamente rodeada de coches por todas partes.

Antes de llegar al río, sin embargo, hay una sorpresa agradable. En la zona que se conoce como Alminares y detrás de la calle Poeta Manuel de Góngora hay una plaza, llamada de la Concordia, donde los niños pueden estar a sus anchas. Además de un gran columpio de forma circular, parecido a una gran olla, hay toboganes, dos mesas de ping-pong y grandes árboles que tienen toda la pinta de ser frondosos en verano. Ese parque es uno de los triunfadores del día, sin duda.

El de Plaza de Gracia es pequeño, estresante y está rodeado de asfalto.

Aunque suponga desviarse, es interesante visitar el parque de Bola de Oro. Porque es muy espacioso, porque sirve de punto de encuentro de familiares y amigos para celebrar cumpleaños o tomar la merienda y porque no hay coches en bastantes metros a la redonda. El inconveniente, quizás ya lo hayan adivinado, es que, cuando el sol dice de picar, en la parte de los columpios lo hace a base de bien. El columpio arde, así que el culo que se pose en él, también lo hará.

Del Centro a Beiro

Imaginemos que el caminante-investigador regresa al punto de partida (es decir, al Paseo de la Bomba) y decide tomar otra ruta para seguir escudriñando. Sube la Cuesta de Escoriaza y llega al antiguo cuartel de Las Palmas, que ha sido transformado en parque público. Queda por darle utilidad a una parte de ese espacio, por cierto, y se rumorea que terminará siendo un aparcamiento. Cosa a la que los vecinos se niegan porque entienden que sería como invitar a que la gente acudiera al barrio en coche. Y de eso ya tienen allí más que suficientes. 

Pero centrados en el parque, hay que destacar que es tranquilo, sombreado y bastante adecuado para celebrar cumpleaños y fiestas infantiles, que es algo que hacen algunos. Hay árboles por todas partes excepto donde están los columpios, para no variar. Y llegados a este punto, surge la gran pregunta: ¿tan difícil es poner toldos? En las calles del centro los instalan cuando se celebra el Corpus, así que es perfectamente posible. 

En el corazón del Realejo está el Campo del Príncipe, que tiene un parque infantil muy concurrido y bastante bueno, en líneas generales. El mantenimiento no es óptimo, aunque en comparación con otros gana porque sí que hay árboles en las cercanías. Y hasta una fuente para que los chicos beban un traguito. 

El centro es una jungla de asfalto salpicada de vez en cuando por plazas y pequeñas zonas verdes que, sólo en algunas ocasiones, se complementan con espacios infantiles. Poco atractivos, como el de La Romanilla, y directamente estresantes, el de Gracia, que en realidad es una sucesión de terrazas más que una plaza. 

El fiasco de Parque Almunia

Tampoco abunda el entretenimiento para críos en Beiro. En la gran plaza donde estuvo el estadio Los Cármenes, a un paso del centro cívico, hay un amplio parque infantil sin rastro de sombra. Tampoco la tiene el de la plaza Polo y Caña, recién reformada. Y es lamentable y hasta inhóspito el de la calle Coso, junto a las vías del tren. 

En la frontera con La Chana está el Parque Almunia, un oasis de paz y tranquilidad entre tanto tráfico rodado. Los más grandes tienen bastante espacio para descansar y relajarse. Los chiquillos, como de costumbre, se ven abocados a jugar en un espacio bajo el sol. 

El Parque Federico García Lorca es un pulmón en el distrito Ronda, pero le falta sombra y está muy cerca de la autovía.

Ya dentro del señero barrio granadino existen sobre todo dos zonas acondicionadas para este tipo de actividades. Una es el parque de Las Alquerías, que, si se sobrelleva bien el ruido de la cercana circunvalación, es un lugar bastante agradable. Su parque infantil tampoco está mal, aunque la gorra no debe faltar en la mochila. Lo mismo sucede, ya que se mencionan circunvalación y ruido, con el Tico Medina (que no está cerca, de acuerdo), donde es de esperar que los árboles que se han plantado junto a la zona de niños crezcan sanos, fuertes y llenos de hojas. 

El problema se repite en los nuevos

El otro punto de La Chana que merece la pena es el complejo deportivo ubicado cerca del Centro Cívico. También hay un parque en la Circunvalación de la Encina y, esto hay que comentarlo, otro en unos terrenos ya próximos a la frontera con Camino de Ronda, que hasta hace poco fueron de Renfe. Allí se ha edificado una pequeña urbanización y se ha dejado un amplio espacio para desahogo, que siempre viene bien.

El problema es que se han plantado árboles en todas partes… excepto en junto a los columpios. Que es lo mismo que sucede, por cierto, en el tramo final de la Avenida García Lorca, una zona en expansión que tiene en cuenta la necesidad de esparcimiento de sus habitantes pero, por lo que se ve, no tanto los efectos de la insolación en los niños. 

El Rafael Fernández Piñar, también en el distrito Ronda, no es uno de los mejores.

En el Camino de Ronda no merece mucho la pena detenerse en el parque Rafael Fernández Piñar, próximo al estadio de La Juventud, ni tampoco en el de la plaza donde en su día se ubicó la estación de autobuses y que ahora preside un gran gimnasio. Pero sí que está bien el del Parque Federico García Lorca, porque su espacio para niños es de lo mejorcito de la ciudad. Es verdad que hay instalaciones muy separadas de otras y que, en cambio, están muy juntas algunas de mayores con otras de muy niños, lo que puede ser peligroso, pero en general cumple con las expectativas. ¡Y tiene toboganes en espiral, como el de Maracena!

El secarral detrás del Palacio de Congresos

El recorrido por la ciudad no sería completo si no hiciera paradas en sus otros dos distritos: Albaicín y Norte. En el primero la verdad es que sólo se puede considerar parque el del Huerto del Carlos y está mal conservado. Es más zona de botellón que otra cosa y hasta huele mal. En Norte hay varios espacios disponibles, por ejemplo en Joaquina Eguaras y en el parque 28 de febrero. Este último, que sí tiene árboles, debe cambiar de cara cuando se ejecuten las obras previstas con los fondos EDUSI

¿Esto es todo? No. Queda para el final el que podría ser uno de los mejores y sin embargo es uno de los más penosos. Es el que está en mitad de la explanada junto al Palacio de Congresos. Tiene un montón de elementos útiles y divertidos y le gana el pulso en ese sentido a casi todos los mencionados. Sin embargo, está en medio de un secarral y nada más verlo ya entra sed. En días calurosos, y en Granada abundan, sólo parece atractivo a primera hora de la mañana o después de que el sol se oculte. Allí los niños ya no sólo necesitan gorra; también una buena crema solar. Qué pena, con lo chulo que es.

El parque junto al Palacio de Congresos, que también aparece en la portada de este artículo, es un ejemplo claro del riesgo de insolación que corren los niños, porque no hay sombra por ninguna parte.

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