Nueva vida para las viejas fábricas de Granada

Como tantas otras ciudades, Granada tuvo en el pasado un buen número de edificios en cuyo interior se fabricaban productos que no eran tan fáciles de encontrar y transportar como ahora.

Cuando cesó la actividad para la que fueron diseñados, algunos desaparecieron, se reformaron o quedaron abandonados a su suerte y ahora son sólo un vestigio deteriorado de aquella etapa. Otros, en cambio, siguen teniendo un sentido y una utilidad, se han recuperado para otras causas. Algo a lo que aspiran, por lo demás, varios lugares emblemáticos.

Este reportaje no pretende reunirlos a todos, porque fueron tantos que sería imposible, pero sí que menciona algunas de esas joyas arquitectónicas, tanto las que han sobrevivido como las que, aun en estado ruinoso, siguen en pie. Si en un futuro vuelven a albergar vida, será un motivo de satisfacción. Comienza el recuento con la…

Fábrica de Harina El Capitán

Ubicada en la calle Agustina de Aragón, al fondo de una placeta que nace en San Antón, se construyó en el año 1876 con el objetivo de fabricar harina de trigo. El parecido de su nombre con el del famoso militar que está enterrado en Granada llevó a que muchos se refirieran equivocadamente a ella como la del Gran Capitán.

Antigua fábrica de harinas El Capitán, ahora transformada en un colegio público. Foto: Lucía Rivas 

Es un edificio de planta baja y tres alturas que tiene un innegable valor arquitectónico. Lleva la firma del granadino Francisco Giménez Arévalo, a quien le constan otros triunfos como el Palacio de Los Patos o varios bloques de la Gran Vía, precursores del estilo modernista en la capital.

Funcionó como harinera durante prácticamente un siglo, sirviéndose del agua de la cercana Acequia Gorda como elemento esencial. En la década de los ochenta del siglo XX, tras pasar por varias manos, se cerró. Y el edificio, con fachada de ladrillo visto de un llamativo color rojizo, pasó a depender del Ayuntamiento de Granada, después de comprárselo al constructor José Ávila Rojas.

Por suerte, apenas le dio tiempo a languidecer. En el año 1991 empezó a tener otro uso, con el que sigue tres décadas después. Es el Colegio de Educación Infantil y Primaria Enrique Tierno Galván, en el que estudian 353 alumnos de la zona, a la que se le conoce por varios nombres pero sobre todo por el de Barrio de Fígares. Tal era el apellido del arquitecto que construyó allí las primeras casas, alrededor de 1928. Eran viviendas de dos plantas y todavía es posible ver algunas, sobre todo en calles próximas a Alhamar.

Azucarera San Isidro

Su nombre completo es Complejo de la Azucarera de San Isidro e Ingenio de San Juan y empezó a funcionar en 1892, en una época en la que la provincia de Granada, y también la de Málaga, eran dos potencias en la industria del azúcar de caña. No obstante, la novedad respecto a las demás fue que a la de San Isidro se la tiene por la primera azucarera de remolacha de España.

Tal fue su impacto y su éxito, al que colaboraron su excelente situación junto a la vía férrea y a la cercanía, de nuevo, de la Acequia Gorda, que a su alrededor empezaron a construirse casas y poco a poco aquello se fue convirtiendo en la barriada de Bobadilla.

Dominada arquitectónicamente por el ladrillo y la mampostería y con el elemento estelar de la Torre Alcoholera, levantada en el año 1908 y de estilo art noveau, el imponente edificio fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 2005, aunque por entonces ya no albergaba ninguna actividad. Dejó de funcionar en 1983.

azucarera de san isidro patrimonio industrial

El proyecto Revivir la Azucarera, liderado por Amparo Sánchez (Amparanoia), plantea recuperar la Azucarera de San Isidro. Foto: Lucía Rivas

En la actualidad está vacía (aunque en ocasiones ha tenido okupantes) y se han tanteado varios proyectos para revitalizarlo. La plataforma Revivir la Azucarera, surgida en 2021 y con la voz cantante de Amparo Sánchez (casi más conocida por el nombre del grupo musical que encabeza, Amparanoia), aspira a recomponer ese espacio y transformarlo en un gran centro sociocultural con especial sensibilidad hacia el mundo artístico y, factor importante, energéticamente sostenible. 

La Universidad de Granada ha mostrado su interés en comprar ese terreno si la Unión Europea beneficia a la institución con sus fondos. En concreto los del Next Generation, a los que por su volumen llaman el Nuevo Plan Marshall: 1,8 billones para invertir en los próximos cuatro años para los proyectos que reciban su visto bueno.

La UGR ha presentado diez proyectos y uno de ellos, presupuestado en 22 millones de euros, busca la conversión de la azucarera en un centro de innovación sobre la base de la llamada economía verde, la biodiversidad y, otra vez, la sostenibilidad.

Azucarera Santa Juliana

Santa Juliana era un núcleo poblacional, a un puente de distancia de Granada pero dependiente de Armilla, que se formó conforme fueron alojándose allí los trabajadores de la azucarera de Santa Juliana. Llegaron a vivir allí más de 200 personas.

Comenzó a explotarse en el año 1892 y era una de las más prósperas de la zona, aunque desde luego no la única. Aparte de las más de quince de la zona costera y algunas en pueblos como Guadix, hubo también dos en Atarfe (San Fernando y La Vega), otras dos en Santa Fe (del Genil y Nuestro Señor de la Salud), una en Pinos Puente (Nueva del Rosario) y, además de la ya mencionada San Isidro, otras ubicadas en Granada, como San Cecilio, San José (también llamada La Bomba), Nuestra Señora de las Angustias o la alcoholera de San Julián.

La sede de la Feria de Muestras de Armilla fue la azucarera Santa Juliana. Foto: GranadaiMedia.

Fue, como se puede apreciar, la época dorada de las azucareras, un sector que sin embargo, en la primera mitad del siglo XX, comenzó un inexorable declive. Santa Juliana apagó las máquinas en la década de los treinta y el recinto, de más de 50.000 metros cuadrados, quedó en silencio hasta que el ayuntamiento lo utilizó para celebrar allí su feria anual y, más tarde, para convertirlo en el año 1979 en sede permanente de la Feria de Muestras de Armilla. La fábrica no existe ya pero sí que sigue en pie su icónica chimenea, de 53 metros de altura.

Fábrica de telas San Patricio

De imponente fachada neomudéjar y construida también con ladrillo y mampostería, la empresa que había en su interior echó a andar en el año 1875. Su propietario fue un riojano llamado Patricio García Muro y el sitio funcionó tan bien que en cierto modo también es el germen de otra barriada, la de Bola de Oro, donde en torno a 1930 empezaron a construirse casas para que las habitaran los trabajadores de la fábrica, la mayoría mujeres. 

El periodo de prosperidad terminó en los años setenta, cuando el oficio de tejer ropa ya empezaba a ser cada vez menos artesano y estar más dominado por las grandes empresas. Los descendientes de García Muro terminaron por desistir y el bloque, en la década de los ochenta, lo adquirió el Ayuntamiento de Granada. 

La sede de la empresa municipal Gegsa fue una fábrica de telas en el siglo XX.

Después de someterlo a una remodelación, el consistorio lo destinó a sede del Instituto Municipal de Formación y Empleo (IMFE) y ahora da cobijo a otra entidad dependiente de la institución local, Granada Eventos Globales, que casi todo el mundo prefiere llamar por sus siglas, Gegsa

Casa Molino Ángel Ganivet

Está en la Cuesta de los Molinos y, según reza el cartel que hay en la puerta, originalmente hubo allí un molino hidráulico harinero de la época árabe, más concretamente del siglo XIII. Del mismo «sólo se conservan las cinco bóvedas o cárcavos realizados en piedra de cantería. Bajo ellos se disponían las ruedas horizontales que, accionadas por la corriente de agua de la Acequia Gorda, movían las muelas o piedras correderas del piso superior».

Un detalle significativo es que ese molino, que llamaban de La Sagra, perteneció desde el siglo XVIII a la familia del escritor Ángel Ganivet, que nació y vivió allí hasta el año 1880. Eso ha contribuido con toda probabilidad a que ese viejo ingenio, en desuso desde 1900, siga ocupando un lugar importante en la geografía urbana granadina. 

Porque en el año 1995, treinta años después de que fuera reformada, la vivienda de Ganivet pasó a tener un uso cultural que todavía mantiene. Es biblioteca, centro de documentación, salón de actos y lugar de talleres y actividades organizadas por la Diputación Provincial

La casa natal de Ángel Ganivet, junto a la que había un molino de harina del siglo XIII y que ahora es un centro cultural. Foto: Lucía Rivas

Centro José Guerrero

En la preciosa calle Oficios se encuentra desde el año 2000 el Centro José Guerrero, no sólo un museo dedicado a consagrar la obra del genial pintor granadino sino también un lugar de exposiciones temporales de arte contemporáneo. 

Los que ya tienen una edad, no obstante, recordarán que en su día fue sede de uno de los periódicos más longevos que ha tenido la ciudad en el siglo XX, el Patria

El Centro José Guerrero fue sede del periódico ‘Patria’ de 1939 a 1983. Foto: Lucía Rivas

La finca fue levantada en el año 1892 y su uso inicial fueron unos grandes almacenes que desaparecieron en 1901, año en el que pasó a ser una imprenta. Posiblemente eso influyó para que en 1939, justo después de la Guerra Civil, se instalara entre sus cuatro paredes el diario (primero semanario), que tuvo allí tanto su rotativa como su redacción hasta que dejó de existir en 1983. 

Secadero de la Casa Villaviciosa

La lista, como se dijo al principio, es demasiado larga y este artículo, si no está siendo ya pesado, lo sería sin duda de avanzar mucho más. Pero merece la pena mencionar por lo menos otros espacios que, o bien tienen ya otro uso, o desde luego merecerían tenerlo. 

Por ejemplo, el secadero de tabaco de la Casa Villaviciosa, cercana al polígono El Florío. A principios de los años cuarenta del siglo XX empezó a ejercer esa función y en los ochenta, como pasó con la inmensa mayoría de los secaderos que hay diseminados por la Vega, dejó de cumplirla. Desde 1985 sirve como almacén de ganado bravo de la familia que habita la casa que está situada justo al lado. Su propietario, José García Zarzo, vende carne de toro en un puesto en el mercado de San Agustín y, con sus hijos, posee un restaurante en el centro. 

Es un secadero polémico porque forma parte del Plan Parcial Paraíso Industrial, ideado a principios de este siglo. García Zarzo siempre se ha negado a que ese suelo deje de ser ganadero y por ahora ha conseguido su propósito, fundamentalmente gracias a que la Dirección General del Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía observa en ese secadero de tabaco “valores históricos, artísticos, etnológicos, industriales y sociales» y destaca el hecho de que haya pervivido en el tiempo dentro del término municipal de Granada, donde ya es probable que no quede ningún otro. Por ese motivo, lo ha inscrito en el catálogo general de Patrimonio Histórico Andaluz. Es prácticamente intocable. 

Otros que no están, pero se los espera

Fábrica de oro de Lancha del Genil, ahora abandonada. Foto: GranadaiMedia

En este apartado, para terminar, podría nombrarse la antigua mina de oro de Lancha del Genil, que estuvo en activo desde 1880 hasta 1930 y que debería tener otro uso distinto al de palomar. También la Hacienda-Cortijo Jesús del Valle, en estado de conservación calamitoso. En su día (es decir, en el siglo XVII) fue una instalación agropecuaria de los jesuitas y sirvió, entre otras cosas, como molino de aceite y de harina. Lleva abandonado tres décadas y los usos que se han pensado para ese enclave (por ejemplo, un hotel) no han fructificado.

Comentarios en este artículo

  1. Echo de menos una mención a las naves de CETARSA, de la antigua Tabacalera. Una de ellas, de un indudable valor patrimonial. Hoy se utiliza como almacén municipal de elementos volumonosos varios, pero lo apropiado seria destinarla a un uso más acorde con las dimensiones y calidad arquitectónica que atesora.

    Rogelio Martín

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