Toca volver a luchar por la Unidad

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La Plaza de la Unidad no tiene ningún cartel que la identifique. De hecho, muchos residentes de La Chana, el barrio donde se ubica, se refieren a ella como la Plaza de Las Palomas. Los más viejos del lugar saben que allí no estaba previsto hacer una plaza, sino un edificio de viviendas. Uno más en un entorno donde las casas abundan. Las más antiguas, a pocos metros y en dirección a la Avenida de Andalucía, tienen casi setenta años y algunas lucen en sus fachadas inscripciones de otros tiempos, en todos los sentidos, que avisan de que las construyó el Grupo Alzamiento Nacional.

No es un lugar especialmente bonito, pero tiene detrás una historia de lucha que merece resumirse, aunque ya se haya contado antes. A finales de los años setenta, ese terreno estaba en manos privadas y sus propietarios querían edificar. Según recuerda Pedro Julián Lara, que entonces era presidente de la Asociación de Vecinos de La Chana (y más tarde ocupó varios cargos públicos, como el de delegado de Obras Públicas de la Junta), un buen número de residentes, agrupados en torno a diversos colectivos sociales y partidos políticos (alguno tan alejado en el tiempo como la Liga Comunista Revolucionaria o el Partido de los Trabajadores), se opusieron tajantemente a que se les privara de un sitio que podía ser público.

Pasaron de las palabras a la acción. “Siempre había gente vigilando en el solar para no dejar trabajar a los obreros. Se ponían delante de las máquinas si hacía falta”, rememora Lara, que no olvida el que fue seguramente el episodio más sonado de aquella revuelta vecinal: “Un sábado, decidimos quitar los ladrillos que estaban allí amontonados y echarlos en una furgoneta”. Lo que se dice cortar por lo sano, vamos.

Plaza de la Unidad Chana

Vista general de la Plaza de La Unidad, en la barriada de La Chana. Fotos y vídeo: Lucía Rivas

La operación tuvo, sin embargo, un indeseado testigo, en concreto un policía que vivía allí cerca y tuvo la ocurrencia de hacer fotos de ese instante. Los responsables de esa acción contra el levantamiento del edificio, entre ellos el propio Pedro Julián Lara, terminaron delante de un juez, acusados de robar ladrillos. Lo negaron todo, claro, pero entonces el juez esgrimió la foto como prueba indiscutible. Aun así, Lara no se bajó del burro: “Le dije que no estaba metiendo los ladrillos en la furgoneta, sino sacándolos. Sonrió y al final el caso fue sobreseído”.

En 1982, el Ayuntamiento de Granada, del que entonces era alcalde Antonio Jara, modificó la normativa urbanística en la zona, prohibió la construcción del edificio, permitió que se hiciera en su lugar una plaza y, de regalo, invitó a los vecinos a que le dieran nombre. Como habían estado codo con codo en esa pelea, tuvieron bastante claro que ese nombre debía ser el de La Unidad.

Cuatro décadas después del logro

Casi cuatro décadas después, la plaza es noticia por otros motivos. En un barrio donde conviven personas de casi cuarenta nacionalidades, la convivencia no siempre es fácil. La Unidad es un ejemplo de esas dificultades. Los vecinos denuncian que un grupo de aproximadamente cuarenta personas utiliza la plaza “a su antojo”, que la tienen “tomada” y que allí se hace “lo que ellos quieren”. Eso incluye, siempre según esos testimonios, algunos anónimos para evitar posibles problemas, hacer sus necesidades a la vista de todos, beber alcohol hasta bien entrada la madrugada y entre gritos, pelearse entre ellos, ocasionalmente robar carteras a los transeúntes… O, como resume de manera muy gráfica Genaro Sojo, que lleva en La Chana más de cincuenta años, “aquí hay un porreteo horroroso y juergas casi todas las noches hasta las tantas, sobre todo los fines de semana. Se beben una botella y la tiran al suelo. Quieren orinar, pues orinan donde sea. Y no sólo hay rumanos, que es lo que todo el mundo dice. Hay rumanos, españoles, marroquíes…”.

El problema no es nuevo, se arrastra desde hace años y es hora de revisarlo. En su visita a la plaza, GranadaiMedia no puede comprobar todas y cada una de esas acusaciones, pero sí que a las once de la mañana pasean por allí niños de diversas edades que deberían estar en la escuela pero a los que sus padres, que en el mejor de los casos llevan la mascarilla de babero, dejan estar ahí; o que, como afirman otros residentes, la policía no circula demasiado por allí. En casi dos horas de estancia, sólo vimos pasar un coche de la Policía Nacional.

El ya mencionado Genaro Sojo profundiza en su comentario anterior: «El problema es con la gente que no se adapta y que hace lo que le da la gana. Por eso hay peleas, música hasta la madrugada, robos a gente de aquí…», enumera. 

Botellón, peleas, robos…

Le secunda otro veterano del barrio, José María Arroyo, que aunque dice que las borracheras de madrugada él no las nota, sí vio que a una mujer, casi enfrente de su casa, «le quitaron el collar y la tiraron al suelo». También resalta que la policía «viene poco», aunque «con esto de las caretas» ahora sí pasa un poco más «para ver si la gente la lleva puesta». En cuanto a la limpieza, opina que antes la plaza lucía mejor. «Ahora, no sé si por el virus o qué, barren menos».

Plaza de las Palomas Chana

José María Arroyo, otro chanero de toda la vida, denuncia la falta de seguridad y limpieza.

María Romero, nacida en 1942 y casi toda la vida en La Chana, lo ve de forma más radical. «Aquí no se puede venir como antes, con tu marido y tus hijos, porque éstos lo invaden todo y todo lo que hay es para ellos, no puedes ni sentarte al lado». También asegura que ha habido robos «a gente indefensa» y peleas «entre ellos» en las que no ha intervenido la policía por la sencilla razón de que «aquí no se ve, cuando tenía que haber una patrulla continuamente». Es una situación, concluye, que el barrio lleva soportando, en su caso con indisimulada indignación, «desde hace años».

Plaza de la Unidad Chana

María Romero cree que la presencia policial es claramente insuficiente.

Francisco Sánchez, párroco de la vecina iglesia de Santa Micaela desde hace once años y persona reacia a salir en cámara, aunque sí dispuesto a hablar, no exculpa a quienes alteran la convivencia y mucho menos a los que delinquen, pero explica que todo viene, en el fondo, de una situación de pobreza que, por desgracia, cada vez experimentan más personas en el barrio. Sobre todo los recién llegados.

“Muchas familias viven no ya en pisos, sino en habitaciones de un piso compartido de poco más de treinta metros cuadrados. Allí no pueden estar todo el día y lo que les queda es la calle, la plaza”, comenta. Sobre las supuestas fechorías que relatan algunos, no cree que sean para tanto: “Sí que es verdad que a veces se juntan clanes allí, sobre todo de rumanos, y que beben y comen en la plaza. Ocasionalmente puede haber algún altercado, alguna pelea, pero tampoco nada serio”.

La pandemia lo agrava todo

El sacerdote resalta que la parroquia, Cáritas, los servicios sociales del Ayuntamiento y alguna organización no gubernamental intentan “dar respuesta a las necesidades más urgentes, que es la alimentación o la ropa”. El problema es que la demanda “se ha duplicado” en los últimos meses porque, por culpa de la pandemia, mucha gente “se ha quedado que tenía trabajo, legal o en negro, lo ha perdido”.

La Covid-19 también ha interrumpido iniciativas tendentes a normalizar la situación de los inmigrantes “a través de cursos para mejorar su vida familiar, para que aprendieran español y así integrarse mejor en el barrio”. Eso ha quedado en suspenso y la consecuencia es que en esa parte de La Chana hay “una situación potencialmente explosiva” causada fundamentalmente, insiste, por la pobreza y la desesperación.

El presidente de la Asociación de Vecinos de La Chana, José Fernández Ocaña, más conocido como Rufo, parte de la base de que «no se le pueden poner puertas al campo ni impedir que los vecinos vayan a la plaza» y, aunque admite que existen problemas de convivencia, entienden que se deben denunciar cuando se vean. «La policía no puede estar todo el tiempo aquí, pero me consta que cuando la llaman viene e interviene», afirma. 

Un barrio muy cambiado

Es un problema «complejo», subraya el dirigente vecinal, puesto que La Chana ha cambiado en los últimos años. «Muchos que nacieron aquí se han ido y el grado de implicación en las cosas del barrio ya no es el mismo que hace cuarenta años, cuando nació la Plaza de La Unidad. En cambio ha venido gente de fuera. Como es un barrio con alquileres muy baratos, eso ha favorecido que se instale gente con menos recursos», explica. 

Ahí le da un poco la razón a Pedro Julián Lara, que se acuerda de la importancia que tuvo «el tejido social» en el barrio, algo que ahora ya no ocurre «porque tampoco hay tanta conciencia como antes de que lo público es de todos, hay más aborregamiento».

Volviendo a los que han llegado después, esas personas, apostilla Fernández Ocaña, deben hacer por adaptarse «porque si disponen de ayudas públicas, deben dar algo a cambio y poner de su parte», una tarea en la que en realidad deben implicarse todos. Por eso tiene esperanza en que sirva de algo la Mesa de la Convivencia que se va a poner en marcha «para favorecer la integración de todos».

Asociación de Vecinos de la Chana

José Fernández Ocaña, presidente de la Asociación de Vecinos de La Chana.

«De lo que se trata -continúa- es de que cada administración haga su trabajo. Los servicios sociales deben velar para que no haya niños sin escolarizar o dejando de ir a clase. Fomento, de que las viviendas no estén hacinadas. Y a todos los que nos corresponda, incluida esta asociación vecinal, organizar talleres ocupacionales y cursos para que los nuevos residentes se formen». No oculta, por otra parte, que algunos intentos han salido mal: «Recuerdo que hablamos con el ayuntamiento para intentar que, como algunos de aquí se dedican a la chatarra, buscarles un espacio para guardarla, pero hay quienes se resisten porque si se dan de alta o lo que sea dejarán de recibir ayudas. Es un problema, pero que conste que no sólo se da aquí, sino también en otros barrios», puntualiza.

A Rufo le ilusiona un proyecto que se abordó en el pleno vecinal del pasado mes de febrero, por el cual el ayuntamiento se comprometió a acometer una «reforma integral» del espacio donde se ubica La Unidad, transformarla «en un sitio donde podrían desarrollarse actividades culturales que podrían disuadir algunos movimientos indeseados». La Unidad pasaría a ser «una plaza diáfana y abierta en la que se eliminarían ciertas zonas donde en la actualidad se dan algunos conflictos. Creo que es un buen intento para matar dos pájaros de un tiro», concluye. 

«Hay presencia policial»

De ese proyecto también habla César Díaz, concejal del Ayuntamiento de Granada y máximo responsable del gobierno local en el distrito de La Chana. Comenta que esa remodelación es «una de las prioridades» para este mandato en el barrio, que se ha retrasado «porque muchos recursos han tenido que derivarse a actuaciones sociales relacionadas con la Covid-19» pero que se acometerá a través de los llamados fondos Edusi, dinero procedente de Europa y gestionado, en este caso, por la Diputación Provincial de Granada. 

«Se contemplan partidas importantes para barrios desfavorecidos y, en concreto para La Chana, ese dinero se acerca al millón de euros», indica el concejal, que precisa que la Unión Europea ya ha dado el visto bueno a la actuación y que aún se está en la fase burocrática previa, lo que incluye la redacción y licitación del proyecto. 

Respecto a las quejas por inseguridad ciudadana, Díaz, responsable también de ese área municipal, subraya que hay presencia policial en la zona, a cargo de la patrulla de barrio y apoyada por el grupo GAPD de actuación inmediata. «La Policía Local incluye obligatoriamente dos visitas por la mañana y dos por la noche todos los días de la semana, visitas que tiene que acreditar con la presentación de informes que detallen sus actuaciones», afirma. 

En ese sentido, puntualiza que, a lo largo del último mes, en las minutas de los agentes policiales figuran en la plaza de la Unidad y sus aledaños datos como 53 personas identificadas, 15 denuncias por botellón o cinco por infracciones viales. Se han detectado, añade, problemas como la presencia de familias que causan molestias, diversos actos vandálicos, consumo de alcohol y sustancias estupefacientes en la vía pública o personas que no llevan la mascarilla obligatoria. «Son cuestiones que preocupan pero sí que tenemos una presencia policial muy frecuente para controlar la situación», insiste.

Comentarios en este artículo

  1. La plaza d la unidad o d las palomas d la Chana, es un sitio q está descontrolado, los niños rumanos, hacen sus necesidades entre los coches, si les regañas, a la mañana siguiente tienes el coche con una serie d rayados q te da gana d llorar .
    Las voces y griteríos no te permiten ni estar en tu vivienda estudiando, ni nada.
    Cuando hay peleas, no te atreves a salir, aunque tengas q ir a trabajar,… llamas a la póliza y vienen cuando ya ha terminado todo
    En realidad a los políticos no le importamos, somos un barrio d mierda,.. lo q importa es el centro y dónde están los grandes centros comerciales, los demás q se pudran d asco
    Una triste realidad

    Isabel Ibañez Lopez
  2. Una pena que no se pueda ir a jugar con tus niños como hace 18 años atrás o que los abuelos se sienten a tomar el sol sin miedo. No Poder pasar por la peste que hay y una gran pena por el destrozó que tienen.

    María Adela Callejas Moreno
  3. Creo que los partidos políticos deberían implicarse mucho más en este barrio dejado de la mano de Dios. Es importante que el PP no venga al barrio solo cuando hay elecciones, aquí vivimos todo el año y tenemos necesidades los 365 días. Dejémonos de visitas y actuemos de una vez.

    Joaquín González

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