Un año contra el hambre en el Zaidín

centro de aprovisionamiento y redistribución de alimentos del zaidin

Vecinos, voluntarios y representantes de las instituciones presentan el balance del Carazv.

Para un barrio como el Zaidín, acostumbrado a luchar para transformar la realidad, no ha sido fácil contemplar idéntica estampa de miseria a la de un pasado que creía superado. Aquellos tiempos en blanco y negro de caridad y migajas en la mesa vuelven al presente con el aumento de la pobreza y la desprotección social de un elevado número de familias del distrito, condenadas a una eterna espera en las filas paro que inexorablemente las acerca al abismo de la exclusión. La necesidad de paliar esta dramática situación llevó a la asociación de vecinos Zaidín Vergeles a promover la creación del centro de aprovisionamiento y redistribución de alimentos (Carazv), una iniciativa comunitaria a la que se unieron otros 17 colectivos del barrio y que atiende a 260 familias hoy día.

El servicio, gestionado por los vecinos con la ayuda de los Servicios Sociales, ha cumplido su primer año de vida, efeméride que sus promotores han aprovechado para hacer balance de su gestión.

Ruiz: «El Carazv no es una solución, solo una ayuda en estos momentos que cubre una pequeña parte de las necesidades de estas familias»

Durante el encuentro, los colectivos han dejado clara la necesidad de luchar para atajar las causas de la crisis, más allá de la beneficencia. «El Carazv no es una solución, solo una ayuda en estos momentos que cubre una pequeña parte de las necesidades de estas familias. Pero defendemos la necesidad de avanzar más allá de la solidaridad alimentaria para exigir justicia social», recordó Antonio Ruiz, presidente del centro y de la asociación de vecinos Zaidín Vergeles.

A la vista de que «los gobiernos han trasladado su tareas de protección social a la ciudadanía» los colectivos del Carazv defienden la necesidad de bajar «impuestos sobre los exprimidos bolsillos de las clases más vulnerables», así como de «sumar energías para salir entre todos de esta deprimente situación social».

Ha sido la unión precisamente la que ha permitido poner en pie este centro de alimentos sin apenas recursos. «Atrás quedan los días de zozobra en que no podíamos asegurar su continuidad económica», se alegró su secretarioEugenio Guglieri. Para conseguirlo se ha firmado un acuerdo con el Banco de Alimentos y el Ayuntamiento. La Junta acaba de aprobar, además, una subvención de algo más de 6.000 euros que «permitirá sufragar los gastos operativos», salvo el alquiler para el que a través de la Red de Mujeres, uno de los colectivos implicados en el centro, se ha solicitado otra ayuda, avanzó Miguel Bastida, asesor del Carazv. Y es que actualmente las cuotas de los 44 socios y los donativos anónimos no cubren los gastos, detalló a su vez Aquilino Bautista, responsable de la gestión económica.

De captar socios se encarga Emilia Aguilar, presidenta de la asociación de Mujeres Ayuda Mutua, apenada como todos de «que esta situación de pobreza se de en pleno siglo XXI». «El día de reparto de comida se suele pasar muy mal porque cuando abren la bolsa y te preguntan ¿no hay leche? tengo niños, es terrible», describió visiblemente entristecida Encarnita, una de las voluntarias de almacén. La función de este equipo, encabezado por Ana Vargas, presidenta de Alhalba pasa por repartir los alimentos entre los beneficiarios enviados por los Servicios Sociales, que también indican su distribución en función de las circunstancias, cuenta esta vecina.

A. Fernández: “Más allá de entregar la bolsa[el equipo de almacén] se preocupan de las personas que vienen, de sus sentimientos y problemas»

«Más allá de entregar la bolsa se preocupan de las personas que vienen, de sus sentimientos y problemas», subrayó Antonio Fernández, coordinador del Carazv y uno de sus impulsores. El ex presidente de la asociación de vecinos resaltó, por otro lado, la respuesta del barrio, que se ha volcado en los distintos espectáculos solidarios -conciertos y representaciones teatrales principalmente- promovidos para sostener el centro. Se ocupa de su organización el vicepresidente del colectivo vecinal, Pepe Yáñez, también responsable de la red de voluntarios, el aprovisionamiento y de trasladar a los Servicios Sociales posibles incidencias.

A este mecanismo, «muy importante porque las familias que vienen no son números», se suma otro para situaciones de urgencia orientado a personas que «necesitan comida para el día sin esperar cita» previa, explicó la directora de los Servicios Sociales del Zaidín, para la que se ha conseguido un «trato muy humano en el reparto, con cita para evitar colas que denigren y estigmaticen».

En ocasiones, sin embargo, resulta «imposible evitarlas». Sucedió la semana pasada cuando el Supermercado Mas donó más de cien cestas que se repartieron «sobre la marcha». «La cola llegaba a la avenida de Dílar», lamentó Yáñez, una imagen de la realidad «muy alejada de la salida de la crisis que el Gobierno intenta vender», reparó.

Incidencias puntuales aparte, el «buen funcionamiento» del Carazv, al que pronto se sumará la Fundación Adra, lo convierte en «un ejemplo», reconoció Indalecio García, vicepresidente del Banco de Alimentos. «Las cosas se pueden solucionar cuando nos unimos todos con un único objetivo, en este caso suplir las necesidades básicas», destacó por su parte Piedad Castillo, coordinadora provincial de voluntariado de la Junta. Y agregó: «Imaginad si fuésemos capaces de organizarnos para cambiar radicalmente la situación a la que los sistemas depredadores del capital financiero nos abocan, como los desahucios, el paro y los dramas sociales…».

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