Caminar es, a priori, la manera más fácil, directa y económica en la que una persona puede desplazarse. Caminando conquistó el hombre prehistórico la Tierra, expandiéndose a pie por todos sus continentes; sin embargo, parece haberse borrado de nuestra memoria genética que ponernos en pie y caminar fue lo que determinó nuestra evolución como especie. ¿Por qué ahora esta forma de desplazarnos nos parece de segunda categoría?
Nuestras ciudades se han agrandado hasta convertirse en regiones, nuestro cuerpo se ha acomodado y debilitado, nuestros sueños se han llenado con modelos de vida que dependen del vehículo privado… y el peatón se ha ido convirtiendo en un ciudadano en peligro de extinción al que hay que resguardar en aceras valladas, mientras más del 70% del espacio público de una ciudad como Granada se reserva para vehículos parados o en movimiento; eso sin cuantificar el espacio mental que nos ha sido ocupado cuando las calles se han transformado en una trama de canales circulatorios en el que los lenguajes verbales y no verbales están fundamentalmente dirigidos a la organización del tráfico: ¿son realmente necesarias todas esas señales y vallas que fragmentan nuestras calles? ¿la imagen y el lenguaje de nuestro espacio público tiene que estar determinada por los códigos de circulación? Su presencia es tan importante que la estética de todas nuestras calles es la misma, incluso en las peatonales o casi peatonales parece que deba existir algún elemento que nos recuerde la existencia de aceras… o canales peatonales laterales…
Caminar no sólo es una forma de desplazarse económica y poco contaminante, es una forma de sentir y vivir la ciudad
Caminar no sólo es una forma de desplazarse económica y poco contaminante, es una forma de sentir y vivir la ciudad, pegada a la realidad de sus calles y al contacto con vecinos y otros transeúntes. Cuando caminamos nos movemos en un modo lento y expuesto (fuera de un receptáculo privado) que nos permite relaciones con el medio y con los demás poco habituales en otros medios de transporte: la captura de un perfume, el rumor de una conversación, el cruce de palabras con un desconocido, un nuevo negocio que se abre… Caminar como medio de transporte cotidiano nos permite tomar el pulso a la ciudad de una manera única, al tiempo que nos hace conscientes de nuestra personalidad pública y de la necesidad de contacto real con los demás. El peatón, sin duda, es uno de los principales valores de las ciudades: da vida y seguridad a nuestras calles.
Se invierten cifras desorbitadas en conectar a alta velocidad puntos alejados, mientras las pequeñas distancias que construyen los barrios son desatendidas. La preocupación por la sostenibilidad, que parece llenar las políticas que nos gobiernan, pone en los últimos años la mirada sobre la movilidad y activa la máquina de los Planes de Movilidad Sostenible, desgraciadamente no siempre con buena fortuna.
Estos planes, impulsados desde Europa, tienen entre sus principales objetivos la reducción de contaminación en las ciudades; sin embargo, nos encontramos ante una consecuencia nada desdeñable… ¿se está convirtiendo el Plan de Movilidad Sostenible, auspiciado por la subvención europea, en la principal herramienta de transformación urbana? De ser así estamos asistiendo a un grave problema: la movilidad sólo es uno de los factores que intervienen en el complejo campo del Urbanismo, por tanto no sólo desde la Movilidad pueden ser planteadas las transformaciones que determinarán el futuro de nuestras ciudades en los próximos años.
Hacer la ciudad mejor para el peatón no sólo consiste en hacer las aceras más anchas. Es preciso reforzar las relaciones de proximidad
Ni siquiera en caso de Planes de Movilidad que plantean mejoras peatonales esto debe parecernos suficiente: hacer la ciudad mejor para el peatón no sólo consiste en hacer aceras más anchas y ambientes menos contaminados, que también, sino que, a la par, es preciso reforzar las relaciones de proximidad en nuestras ciudades: políticas que favorezcan el pequeño comercio, de modo que no sea necesario desplazarse en coche para hacer la compra, campañas que muestren las ventajas de poder ir caminando al trabajo o al cole, reequipamiento de barrios, mezcla de usos, mejora del transporte público…
En esta línea de pensamiento se entronca la iniciativa La Calle es Tuya que celebramos el pasado domingo 21 en Granada. Esta iniciativa ciudadana, surgida en la asociación de peatones Camina Granada, y apoyada por otras ocho entidades tan diversas como son Salvemos la Vega, La Ciudad Accesible, GranadaiMedia, Colegio Oficial de Arquitectos, Biciescuela Granada, Granada Integra, Granada al Pedal y Ecologistas en Acción, y por el propio Ayuntamiento, pretendía reivindicar la calle como escenario de la movilidad sostenible, pero sobre todo como un espacio público de relación y mezcla social, solidaridad, cultura, comercio, estancia y juego.
En La Calle es Tuya gran parte de la ciudadanía demostró que tiene ganas de hacer una ciudad diferente y hacerla entre todos
El día 21 las personas que salieron a pasear por San Jerónimo y Rector López Argüeta tuvieron la oportunidad de visitar dos calles desconocidas en Granada: el espacio físico era el mismo, pero la actividad, el sonido y la actitud de quienes por allí transitaban transformaron estas calles en un lugar diferente. Al día siguiente la gente que nos conocía nos felicitaba por la idea, los comerciantes de las calles y los participantes nos pedían que se repitiera al menos una vez al mes… muchos nos decían “ha sido un éxito”… no sé si ese es el adjetivo más adecuado… pero sí puedo describir como “una profunda emoción” lo que sentí al comprobar que una gran parte de la ciudadanía tiene ganas de hacer una ciudad diferente, más humana y próxima, y no queremos que nos la den hecha, sino hacerla entre todos.
delicioso, cada día me tranquilizas mas Ana. Si esta es la generación que viene doy por bien empleados el mogollón de años que creía perdidos, voy a avisar a mis amigos de que esto todavía tiene futuro….
José Luis cañavate