
Un grupo rociero ameniza con baile y música la explanada de la abadía donde se han concentrado cientos de personas.
El tiempo ha concedido una tregua para la celebración el primer domingo de febrero de la romería de San Cecilio, patrón de Granada, después de dos días lluviosos que amenazaban con deslucir la fiesta de mayor raigambre en el Sacromonte.
El día soleado ha contribuido a que cientos de granadinos acudieran a la explanada habilitada a pie de la Abadía donde, por primera vez en muchos años, sus responsables no han permitido la instalación de puestos de comida y bebidas alcohólicas, a excepción de uno instalado al inicio de la cuesta.
Agentes de la Policía Local impedían el acceso a varios feriantes que intentaron, sin éxito, convencer a las autoridades de la Abadía del Sacromonte, propietaria de los terrenos, para que les autorizara a colocar sus puestecillos. «Mire usted, tengan un poco de compasión, tenemos que ganarnos la vida como sea», clamaba uno de los vendedores ambulantes ante el gesto indiferente del agente.
Vendedor ambulante: «Mire usted, tengan un poco de compasión, tenemos que ganarnos la vida como sea»
Solo se ha consentido la instalación de la caseta municipal donde se repartía la comida; el escenario para los cantes y bailes rocieros, un columpio para niños y tres puestos (uno de frutos secos, otro de caña de azúcar y un tercero de peluches).
A las 12 del mediodía se ha oficiado la tradicional misa a cargo del arzobispo de Granada, Javier Martínez, que ha contado con la presencia del alcalde de Granada, José Torres Hurtado, acompañado de la mayor parte de los concejales del equipo de gobierno, de los ediles socialistas Paco Cuenca, Ana Muñoz, Raquel Ruz y Miguel Ángel Fernández Madrid; y del delegado de Salud de la Junta de Andalucía en Granada, Higinio Almagro. Como viene siendo tradicional han asistido también representantes de las fuerzas de seguridad y del Ejército.
El público ha llenado la iglesia para escuchar la homilía del arzobispo de Granada, la primera tras su entrevista con el Papa Francisco en Roma, un viaje que coincidió con el levantamiento del sumario del ‘caso Romanones’. Javier Martínez ha recordado los «orígenes de la tradición cristiana», ha destacado el papel de San Cecilio y se ha referido a la leyenda de los libros plúmbeos que «posibilitaron la paz entre moriscos y cristianos colonizadores». Pero también ha aludido a episodios de su vida personal, a su origen «humilde» y el traslado de su familia a Madrid, donde estuvo internado en un seminario madrileño que le permitió acercarse -según sus palabras- a la literatura, el cine, el teatro y la filosofía. La lectura de ‘La Regenta‘, de Leopoldo Alas ‘Clarín’, le permitió comprobar que el retrato que se hace de la iglesia está muy alejado -dijo- de la realidad: «le doy las gracias a Dios por tener una iglesia oxigenada donde la vida se vive de una manera transparente, fresca, con mucha alegría».
Tras la misa se ha llevado a cabo una ofrenda floral en el altar mayor y se ha abierto al público las cuevas del Sacromonte donde se encuentran las reliquias del santo.
En el exterior, a pie de la Abadía, coros rocieros amenizaban con baile y música la mañana. Este año el Ayuntamiento de Granada ha repartido 4.500 salaíllas, 5.000 botellas de agua, 150 kilos de bacalao y 1000 kilos de habas. Un hormiguero constante de personas ha desfilado durante toda la mañana por el camino del Sacromonte en dirección a la Abadía. Buena parte de los integrantes de la lista a la alcaldía del PSOE, liderados por Paco Cuenca, con un pañuelo al cuello con las siglas del partido como distintivo, no ha querido perderse la cita. Tampoco la concejal de UPyD, Mayte Olalla, quien, a diferencia de los socialistas- sí se ha ausentado del acto oficial en la Abadía al igual que los dos ediles de IU.
Arzobispo de Granada: «Le doy las gracias a Dios por tener una iglesia oxigenada donde la vida se vive de manera transparente»
Entre el numeroso público, algunos extranjeros. John, un joven inglés de visita a Granada, no perdía detalle de los bailes regionales. «Me llama la atención el folclore y los vestidos», balbuceaba en torpe castellano. Otro grupo de jóvenes se lamentaba de que no hubiera puestos de comida y cerveza en la explanada. «No basta con las habas y la salaílla. Hubiera venido bien alguna ración y unas cervezas para acompañar», opinaba Pedro García, acompañado de dos parejas de su edad. Los romeros con más edad traían su comida y bebida de casa, tal y como viene siendo la tradición.
En el camino del Sacromonte, feriantes provistos de organillo y cabra aprovechaban la prohibición del tráfico rodado para exhibir, ante la curiosidad de los viandantes, al animal en perfecto equilibrio. La otra romería. La de aquellos que se ganan la vida como pueden.
No encuentro justificación para que hayan desaparecido los puestecillos: cuando se llega a lo alto de la abadía, la garganta reclama una cerveza e incluso un pincho. Este año, nada de nada. ¿Hay algún motivo?
Respecto al discurso del arzobispo, me parece una ironía que hable de transparencia, cuando ha estado ocultando algo que sabía, algo muy desagradable.
AG
Alberto Granados