¿Vamos hacia la beneficencia?

Reparto de Alimentos en el barrio de La Paz, distrito Norte de Granada

Colas para el reparto de alimentos en la barriada de La Paz.

En estos días la zona Norte de Granada está viviendo un nuevo reparto de alimentos. Son acciones puntuales a través de un programa de la Unión Europea vinculado a los excedentes de producción, que en España se gestiona a través de Cruz Roja y el Banco de Alimentos. En buena parte de los barrios del distrito Norte se hace el reparto, a través de asociaciones de vecinos y otras entidades.

Está claro que en el distrito Norte se justifica cualquier ayuda alimentaria. La situación para muchas familias es crítica desde antes de la crisis económica. Pero habría que preguntarse hasta qué punto esa ayuda puntual (cuatro veces al año) responde a las necesidades reales de estos barrios.

La política asistencialista con la que todas las administraciones (sin excepción) han tratado al barrio, se ha enquistado de tal forma que ya existe la «costumbre de la ayuda». Un sistema que contribuye a «anular» de alguna forma al individuo, lo empequeñece, lo «invalida». Y lo curioso es que sobran ejemplos en el barrio de mujeres (sobre todo ellas) que son capaces de buscarse la vida trabajando y sacar adelante a sus familias, a veces, incluso, solas.

Soy testigo del trabajo que realiza Cáritas en el distrito Norte y en otros barrios de Granada. Nadie discute la conveniencia de reforzar económicamente a aquellas instituciones que están trabajando con los más necesitados de forma mucho más eficiente que las instituciones. Pero propuestas como la de la Federación Provincial de Asociaciones de Vecinos de destinar a Cáritas el dinero que el Ayuntamiento de Granada da a los barrios para sus fiestas entra en un terreno pantanoso. ¿Por qué a Cáritas? ¿Por qué no a las propias asociaciones de vecinos? Ya que estamos, que sean los vecinos (todos, porque pagan impuestos estén o no en la asociación de su barrio) quienes decidan qué hacer con ese dinero que les pertenece.

En la década de los 90 del siglo pasado, muchas ONG que trabajaban en el Tercer Mundo añadieron la D de desarrollo a sus siglas siguiendo una filosofía que defendía que la verdadera ayuda a esos pueblos era fomentar su desarrollo endógeno, no llevarles comida. Es curioso que 20 años después, en lo concerniente a las bolsas de exclusión que genera el Primer Mundo, esté prácticamente ausente esta filosofía.

Del asistencialismo a la beneficencia no hay más que un paso y en muchos barrios de la zona Norte, está a punto de cruzarse.

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